jueves, 6 de marzo de 2014

martes, 7 de febrero de 2012

La Estructura Productiva Desequilibrada

Enero suele ser un mes de tanteos literarios. Como tendencia general, se tiene más tiempo libre: ora por las vacionaes propias, ora por las ajenas, el sistema ingresa en una fase de baja intensidad. De modo que el filtro literario se relaja y de pronto uno se encuentra con un libro entre las manos que la tiranía de los meses más álgidos descarta para más adelante. Y adelante es, siempre, Enero. Por eso, hay que tener mucho cuidado con lo que uno lee en Enero. Es un mes peligroso. De adolescente, Enero es el mes en que el joven argentino agarra una biografía del Che y al tiempo se encuentra deseoso de mancharse la mano con sangre burguesa.
Sentado sobre esa premisa, leí un libro de “ensayos en honor a Marcelo Diamand” (va entre comillas porque ese es el título del libro de la de Miño y Dávila). Y acerté.
Para esclarecerme a mi mismo la lectura y para promocionar el libro, va esta reseña.
El gran aporte conceptual de Diamand es la teoría de la “Estructura Productiva Desequilibrada (EPD)”. La EPD es una relación entre subestructuras productivas cuya combinatoria produce un todo: las relaciones económicas en cierta categoría de paises periféricos. Si se considera la capacidad de sobredeterminación de las relaciones económicas sobre cualquier otro tipo de relación social y política, al elaborar una teoría sobre la estructura productiva nacional, Diamand formula, ex hipotesy, una lectura propia y novedosa sobre los avatares de la historia y del presente argentino. Grosso modo, la tesis es la que sigue:
Argentina es un país exportador primario en proceso de industrialización. La característica esencial de este tipo de país es su estructura productiva desequilibrada. Estas estructuras se componen de dos sectores de niveles de precios diferentes: el sector primario -agropecuario en nuestro caso- que trabaja a precios internacionales, y el sector industrial, que trabaja a un nivel de costos y precios considerablemente superior al internacional. Es decir que, a la industria argentina, producir (ej:) una moto le cuesta, en dolares, más que el precio de mercado internacional de esa moto. En cambio, a la hora de producir soja, esto no ocurre dadas las ventajas comparativas de nuestra tierra. Por eso el sector primario se encuentra en condiciones de competir con sus pares internacionales, es decir, puede exportar y generar divisas, mientras que el sector industrial no puede competir con sus compadres en los países centrales y, por tanto, no tiene gran capacidad exportadora. Cuanto mucho, merced a una política de substitución de importaciones, “proteccionista”, el sector industrial puede abastecer al mercado interno. Pero como precisa importar maquinaría y componentes de los productos que produce (ej: motor de la moto), para sostenerse y crecer demanda dolares. Al no exportar, no puede autofinanciarse esos dolares y su abastecimiento queda siempre a cargo del sector agropecuario, limitado sea por la falta de una producción mayor, sea por problemas de la demanda mundial, sea porque la oligarquía no quiere soltar la renta extraordinaria.
Historicamente, ocurrió durante el llamado proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), que al sustituir algunas importaciones por producción local, la industria contribuía a ahorrar divisas. Si antes importabamos el calzado y un día empezamos a producirlo en nuestro país, nos ahorramos los dolares que gastabamos en comprárselo a los chinos, por decir. Pero a mediano plazo, por definición, la expansión de la industria hace crecer las importaciones, sea porque en cierto estadío de sustituciones se necesita importar maquinaría y teconolgía más compleja (más costosa), sea porque al dinamizarse el mercado interno y al incrementarse la capacidad de compra de la población, se demandan más y más (ej) motos y, en consecuencia, más y más motores importados. Esta escalada persiste hasta que finalmente se genera una restricción externa: escacean los dólares.
Esta brecha suele financiarse con crédito externo, con endeudamiento. “El proceso es esencialmente inestable -afirma Diamand-. Basta que se reduzca la entrada de nuevos créditos o que un problema momentáneo de desconfianza frene el ritmo de las renovaciones (de los créditos) para provocar el desequilibrio en el mercado cambiario con lo cual el Banco Central se ve forzado a vender una parte de sus reservas. Las entradas de nuevos créditos y las renovaciones se retraen aún más, culminando el proceso en un pánico generalizado, en una fuga masiva de divisas y en una brusca devaluación”
La historia, o mejor, la clase dominante argentina ha improvisado otra salida a la restricción externa: la devaluación. Pero ¿qué ocuree cuando devaluamos? El modo que se conteste esta pregunta es una respuesta política a las urgencias de nuestra actualidad económica. Hoy día nuestra economía se acerca peligrosamente al límite de la restricción externa. De ahí el rol divino de Moreno. Pero parece que esta vez no se repetirán viejos errores y no saldremos de esta restricción al crecimiento, ni apelando a una megadevalución ni endeudándonos. Y si no se recurre ni una ni otra martingala, entonces la fase de la sintonía fina será una fase absolutamente novedosa en la historia nacional. Camino, haremos, al andar. No hay antecedentes.
Mejor o peor, todos recordamos cómo acaban los ciclos de endeudamiento externo (2001) pero quizás haya que preguntarle a Diamand porque el “grupo de los devaluadores”, ese sector del empresariado nacional que hoy no le reclama al Estado endeudarse sino una megadevaluación, está confundido -o quiere confundir. Será tema del próximo post.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Conducción

Les dejo un discurso de la compañera presidenta sobre minería y medio ambiente. Aquí está la tan ansiada línea:



Y otro del compañero Correa enfrentándose con la misma problemática:

lunes, 30 de enero de 2012

Minas

Las únicas palabras que valen la pena son las que aportan algo nuevo al mundo, es decir, alguna nueva perspectiva sobre las cosas. Precisamente por eso, nada puedo decir sobre la minería: está todo aquí.

viernes, 27 de enero de 2012

La Danza Avícola, la original

Cumbia de Viernes Che!!!

La lengua nacional y las corporaciones

Texto de Nicolás Vilela

A partir del conflicto por las retenciones agropecuarias en 2008, quedó totalmente evidenciado el papel desestabilizante, paraestatal y monopólico de las corporaciones empresarias. Se entendió que cada esfera de la vida social, desde el Estado hasta los medios de comunicación, es un frente de batalla abierto donde esas empresas manifiestan sus intereses privados. Se entendió también que todas las esferas están interrelacionadas y que en cada una de ellas intervienen tácticas distintas: lo que tienen en común una corrida bancaria y un episodio de censura en la prensa cultural es que las dos acciones convergen en la misma estrategia corporativa.

En esta época de “sintonía fina” y de “profundización”, es necesario iluminar otro frente de batalla central pero hasta ahora intocado. Se trata de la relación entre las corporaciones transnacionales y la lengua que hablamos y escribimos todos los días. ?Qué tienen que ver? Mucho. Pensemos en un manual escolar. A primera vista parece lo más simple e inocente del mundo. Tenemos textos didácticos, consignas y dibujitos. Yo amo, tú amas, él ama... Pero no, en realidad faltan decir varias cosas: 1. la lengua escrita de esos manuales está regulada, en general, por las Academias latinoamericanas. 2. esas Academias dependen de la Real Academia Española, cuyo objetivo principal es reprimir las variaciones idiomáticas de cada país para fijar un “un español general”, o sea para lograr que la norma absoluta de nuestro idioma sea España. 3. al mismo tiempo, las editoriales argentinas que publican los manuales escolares y los materiales de la RAE pertenecen a grupos transnacionales de base española, por ejemplo el Grupo Planeta. 4. tanto la RAE como algunos de esos grupos editoriales tienen acuerdos o soporte financiero de bancos multinacionales (BBVA, Santander) o corporaciones dominantes (Repsol, Telefónica); 5. el Estado español destina 4 millones de euros anuales a la RAE y el presidente honorario de la Fundación Pro Rae es el Rey Juan Carlos I. Más información se puede consultar acá: http://addendaetcorrigenda.blogia.com/2011/092801-historia-de-las-finanzas-de-la-rae-y-de-su-venta-a-los-intereses-del-ibex35.php


La enorme infraestructura que va desde el Estado español y las empresas de capital concentrado hasta las Academias latinoamericanas y los manuales escolares es una red de control idiomático al servicio del mercado global. La lengua funciona como herramienta geopolítica de dominio, colonización y uniformación. Y la RAE es la máxima autoridad en nuestra lengua. Por lo tanto, en lugar de que el Estado argentino (promotor del sistema educativo nacional) encabece el proyecto uniformador de nuestra lengua, son las empresas transnacionales y sus grupos editoriales los que están encabezando esa uniformación a partir de un inexistente “español general”. Bajo el proyecto armónico de “unificar el idioma”, como siempre, se esconden intereses particulares que se quieren determinar como universales. “Unificar el idioma”, para España, implica quedarse con el monopolio editorial de las traducciones, el monopolio de las clases de español para extranjeros, el monopolio de la educación de los hispanoparlantes (que son alrededor de 450 millones repartidos en 22 países de todo el mundo), el monopolio general de la tercera lengua más hablada en el mundo y más usada en Internet y, en definitiva, el monopolio de sus empresas multinacionales en América.

Todo esto, como se ve, no es un problema teórico o una simpática discusión entre intelectuales, sino un problema básico y práctico de la sociedad argentina. La lengua castellana genera el 15 % del PIB de España. La publicación en lengua española, tal como lo afirmó el especialista Javier Celaya, es la próxima batalla digital y económica. No son cuestiones que sucedan en las bellas y quietas aguas de la cultura dominical. Lo muestra el reciente caso del periodista e investigador uruguayo Ricardo Soca, administrador del sitio digital www.elcastellano.org, que recibió, vía correo electrónico de un abogado del Grupo Planeta, una amenaza de proceso civil y penal por haber colgado avances de la trigésima edición del Diccionario de la RAE, que se publicará en 2014. Lo muestra una reciente entrevista del diario La Nación (http://www.lanacion.com.ar/1441158-cont-el-idioma-espanol-tiene-una-detective ) a María Gabriela Pauer, una académica española que controla, avalada por la Academia Argentina de Letras, las desviaciones de la normativa hispánica en el lenguaje oral y escrito de los argentinos, y que, una vez detectado el error, lo envía a los medios de comunicación pertinentes, que suelen publicarlo en las “pastillas” de sus suplementos culturales. Lo muestra el ofrecimiento que el presidente y hasta el rey de España le hicieron a Mario Vargas Llosa -reconocido escritor, operador neoliberal y crítico del populismo latinoamericano- para que presidiera el Instituto Cervantes, mano derecha de la RAE en España y el mundo.


Como se sabe, el rey es rey porque sus súbditos lo tratan de esa manera. La consolidación de la RAE como autoridad máxima en nuestra lengua no es consecuencia de la solidez de sus aportes institucionales sino de la subordinación histórica de las Academias filipina y americanas a su manera liberal y regresiva de difundir el idioma. Es inútil seguir discutiendo con la RAE y sus apéndices la inclusión de un término perteneciente a los pueblos originarios de Jujuy. Es inútil escribir una carta de lectores al suplemento Ñ de Clarín para rebatir sus intentos colonizados de regulación lingüística. Lo que hace falta es trazar una agenda propia y acorde con las transformaciones de nuestra época. El Museo del Libro y de la Lengua, iniciativa que depende de la Biblioteca Nacional, es un ejemplo. Aunque con algunos desaciertos en cuanto a organicidad y facilidades de comprensión para el visitante ocasional, el Museo sirve para poner en primer plano la discusión acerca de la privatización de la lengua y para informarse acerca de los distintos usos idiomáticos de la población.


Durante los años 90, el discurso neoliberal y globalizante decía que el producto se volvía más rentable cuanto más homogéneo era el territorio al que iba destinado. En políticas de la lengua, esto implicó que se alentara, desde las Academias nacionales, el proyecto panhispánico de una lengua estándar que relegaba todas las variedades regionales. Hoy en día, y como resulta obvio, la actitud cultural de España es la misma, pero nuestro contexto cambió profundamente, de manera que la respuesta debería ser otra. El agotamiento del modelo neoliberal vuelve necesaria una reconfiguración de rol del Estado y la escuela como transmisores de los valores lingüísticos nacionales. Nuestro momento debe medirse, en este punto, con el del Segundo Plan Quinquenal (1952), cuando el gobierno de Perón decide que la variedad argentina de la lengua tiene que ser el aspecto central de las políticas gubernamentales. Hasta entonces, la norma era la esencia española común y lo marginal era la variedad argentina. A partir del Segundo Plan Quinquenal, es al revés: el objetivo se dirige a la configuración nacional de la lengua y a la intervención del Estado argentino en la producción de instrumentos lingüísticos para confrontar con la penetración ideológica de España. Nuestro momento es el que está reflejado en la consigna “La lengua es de todos, no de las corporaciones”, que encabeza el petitorio impulsado por Ricardo Soca para responder a las amenazas de la RAE (http://www.petitiononline.com/tarar1ra/petition.html). Nuestro momento está orientado a la pregunta por la soberanía y la respuesta se decide en cada una de las esferas de la vida social.

jueves, 26 de enero de 2012

Histriónica lucidez

Con ustedes, Álvaro García Linera -y sus manos. Tal vez, el intelectual vivo más lúcido de América Latina.

miércoles, 25 de enero de 2012

Sobre la coordinadora

Por Damián Selci

Hace poco se juntaron los ex jóvenes de La Coordinadora para la presentación de un libro. En la foto aparecen Nosiglia, Moreau, Storani, Mouiño, Lafferriere, Cáceres, Reinaldo, Stubrin y Suárez Lastra. El evento fue cubierto por Perfil y la nota tiene el objetivo de burlarse de ellos, lo que parece un pasatiempo fácil. No están en el gobierno, cuando estuvieron les fue mal, y para peor, su partido viene resignando lineamientos ideológicos en pos de un tacticismo electoral que no provoca el menor resultado, excepto la manutención de una crisis identitaria que ya pasó por todos los estados y ahora se volvió crónica. Los jóvenes de la Coordinadora despertaron muchas ilusiones en su hora dorada (los 80) y ahora terminan su actividad política en una zona poco favorecida de la arena pública. Algo de rencor les quedó por eso. El periodista de Perfil pudo arrancarles sin esfuerzo una decena de declaraciones contra los jóvenes militantes de la actualidad. Moreau fue el único que no se prestó a ese deporte triste.

Como sabemos, la prensa opositora es malvada y busca estigmatizar a la actual militancia juvenil de todas las formas posibles. El repertorio de ataques varía entre el insulto directo, la acusación de obsecuencia y las comparaciones. Algunos periodistas especialmente mañosos lanzaron la espléndida idea de que los jóvenes militantes de hoy, que por supuesto serían todos yuppies, burgueses y trepadores, se parecen a los integrantes del Grupo Sushi. Pero el Grupo Sushi no tenía locales, no hacía trabajo de base, no fiscalizaba elecciones, no marchaba. Considerar que Antonito De la Rúa y Darío Lopérfido eran “militantes” constituye un gasto innecesario de buena fe. Su fracaso, su ostracismo, no significa nada preocupante para el joven de hoy. Pero… ¿y el mal paso de la Coordinadora? Ellos sí eran una organización política. ¿Qué les pasó?

Los jóvenes de la Coordinadora tenían cargos, diputados, ministros, manejos de presupuesto, etc. Eran la “guardia pretoriana” de Alfonsín y él los consideraba sus interlocutores. Movilizaban miles de personas y controlaban los centros de estudiantes de las facultades. Pero la estrella de la Coordinadora duró tanto como las ilusiones de la población con el gobierno radical. Cuando se volvió evidente que la UCR había fracasado, la Coordinadora pagó todo el costo simbólico y político de su posición. Estaban muy asociados con la figura de Alfonsín. No eran un aliado, ni táctico ni estratégico: eran el gobierno. Su naufragio abrió el terreno para la brutal reforma neoliberal de Menem. Y el itinerario posterior de los jóvenes de la Coordinadora no fue precisamente reinvindicatorio: estuvieron con De la Rúa, en el que probablemente fue el gobierno democrático más imbécil de la historia. Hoy, Storani y Moureau son figuras del museo de la burocracia radical, se agarran a trompadas en las convenciones partidarias y le agregan una pequeña cuota de lástima a la agonía de la UCR… Y es ahí que distintos analistas políticos arteros, insinuantes, bífidos, aprovechan el fiasco para desalentar a los jóvenes militantes actuales. Lo que quieren decir, lo que insinúan en sus columnas entristecedoras, en sus párrafos sombríos, es lo siguiente: el poder, tomado tempranamente, podría llevar a una lastimosa sumatoria de desaciertos y torpezas; los jóvenes, por definición, se equivocan; viven precisamente en el error, producto de la inexperiencia y la soberbia; y el precio final de fallar en el poder es la vergüenza y/o la humillación.

Pero esta analogía entre la juventud politizada de hoy y la de los 80 omite un rasgo clave. La Coordinadora no fracasa porque haya cometido errores (los cometió, pero es otro tema), sino porque en determinado momento, su conductor, Alfonsín, traicionó el proyecto original. Después de dos años esperanzadores, los sectores dominantes comenzaron a presionar contra el gobierno de manera cada vez más aguda. Y todas las mediciones de la correlación de fuerzas que hizo Alfonsín lo llevaron a conceder, conceder, conceder… A los insurrectos carapintadas les concedió las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, los bancos le estatizó la deuda contraída por la dictadura, recurrió al financiamiento externo y aceptó las imposiciones de los organismos de crédito, demonizó a los sindicatos mentando un indemostrado “pacto sindical-militar” y finalmente, asfixiado por la inflación, se propuso “combatirla” con medidas ortodoxas, o sea, con el congelamiento de salarios (Alfonsín se opuso siempre a las negociaciones colectivas, porque quería retener el poder de fijar salarios por decreto, lo que permitía que ya en 1984 los ingresos crecieran al 35% anual y la inflación al… ¡625%!).

El problema, entonces, no es la soberbia, la inexperiencia ni nada de eso. El problema es cómo puede reaccionar una juventud política cuando el conductor del proceso desdice su propio programa hasta volverlo irreconocible. La Coordinadora entró a la política argentina para transformar el país blandiendo el argumento de su juventud. Pero si la transformación no se produce, a la juventud le quedan dos alternativas malísimas: la disidencia (que en ocasiones es simple inexistencia) o la burocratización (o sea, el acomodo en el statuos quo). No es que una opción sea mala y la otra peor: las dos son peores. A diferencia de un gremio o de un movimiento territorial, la juventud no tiene, en principio, ningún lugar “propio” donde replegarse sin entregar la organización, sin disgregarse, sin en definitiva dedicarse a otra cosa. Su grado de exposición es por consiguiente altísimo y además, permanente. Paga los platos rotos ni bien se rompen.

La Coordinadora optó por mantenerse cerca del Alfonsín. Es poco probable que tuviese margen para otra cosa. Sus militantes decían que no eran revolucionarios, pero ni siquiera pudieron ser reformistas. De algún modo, terminaron imitando lo peor de su líder “natural”: la reticencia a enfrentar a los poderes fácticos sin terminar cediendo siempre. El problema no es tanto perder, sino perder por rendirse, rendirse sin pelear. Contra lo que sugieren pérfidamente algunos analistas políticos, la Coordinadora no ejemplifica cuál es el destino irremediable de la juventud en la política. Pero sí arroja una buena muestra de cuán ligada está la politización juvenil a la actitud de la conducción nacional. A la actitud; no al éxito o al fracaso. Los jóvenes argentinos, por regla, no piden éxito. La juventud kirchnerista, la que está organizada y la que no, la militante y la simpatizante, reconoció su politización a partir de la derrota de la 125. Kirchner había perdido esa batalla. Pero no había cedido. De hecho, era el primer presidente que no acataba a los poderes fácticos después de Perón… La importancia de este giro cultural es inmensa, y la juventud actual es hija de esta no-capitulación. Veremos las consecuencias en un tiempo.

lunes, 23 de enero de 2012

Cumbia de Verano de Cumbia.

Para latinoamericanizar el fervor actual por la "cumbia colombiana", va un poco de cumbia del Perú. Imperdible. Este disco es el magical mystery tour de la cumbia latina. Va una muestra. Mañana un textito.

viernes, 20 de enero de 2012

A propósito de Iván Heyn

Hace un par de semanas estaba leyendo una novela de un tal Levrero y encontré en la descripción de un personaje el modo más exacto de definir la impresión que me generaba Iván cada vez que conversaba con él, cualquiera fuera el asunto: era uno de esos que se inclinan atento sobre un camino de hormigas que los demás pisan sin notar. Era alto, o mejor, era grande, y sin embargo se detenía y se inclinaba a mirar ahí dónde los demás pisabamos sin notar. Y el notaba. Y nos advertía. Y nosotros debajamos de pisar el camino de hormigas. En otras palabras, en las nuestras, en nuestro vademecun, era un referente. Era de esos pocos que retienen la clarividencia suficiente para percibir los límites del estado de cosas existente y ponen, generosamente, a cualquier costo, toda su inteligencia y pasión al servicio de ampliar el campo de batalla. Pero no sólo tenía el pulso de los que andan siempre hurgando en los modos de revolucionar las cosas para mejorar la vida de los más, de los que menos tienen. No sólo tenía una irrepetible clarividencia política. También la compartía. Iván era de esos.
Según el sabio, la muerte es una vida vivida. Yo solo puedo dar cuenta de un breve fragmento de su vida, apenas el último año, y eso me apena. Porque, ¡se aprendía tanto conversando con él, militando con él! No son tantos los hombres y mujeres que logran generar esa impresión sobre sus interlocutores. Que el otro prefiera ir en silencio, escuchando. ¿Cuántos hay? Iván era de esos. Y también era de esos que cualquiera hubiera deseado haber conocido antes. Porque todos disfrutamos la presencia de ciertos amigos y compañeros pero, vamos, aprovechemos esta hora para sincerarnos, ¿con cuántos uno se reprocha no haberlo conocido antes? Iván era de esos. Una noche organizamos un encuentro informal con algunos compañeros. Aquella vez había estado especialmente filoso. Alguien que no lo conocía quedó tan encantado por su sagacidad, por su oratoria, por la solidez de sus argumentos, que una vez que Iván se hubo ido, este compañero se me acercó y me dijo contento, orgulloso que cuando Iván lo saludo le dijo “un gusto compañerazo”. El pibe sonreía. Ivan generaba eso.
Un par de semanas atrás había cumplido años. Treinta y cuatro. Me acuerdo que aquel día le regalé un libro sobre ho chi minh. Él tenía una especial predilección por las biografías de esos hombres-tigres. Y yo queria que dejara de hablar del general park. Era una cruzada personal. En la primera página del libro escribí unas palabras, un par de renglones nomás. Me acuerdo que le proponía pensar las similitudes entre el compañerismo militante y la amistad. Le decía que se asemejan tanto que los dos pueden definirse de la misma manera: como una constelación de entusiasmos. Me acuerdo haberle escrito que una de las alegrías militantes más importantes de este año había sido encontrar en él un entusiasmo hermano, una simpatía por lo mismo. Un compañero político y un amigo. Seguro que no fui el único, que muchos otros hubieran también firmado esa dedicatoria. Era, es, un sentimiento compartido por todos los que lo conocimos al fragor de la militancia.
Solíamos debatir largo de política y economía. Al tiempo me percaté que en verdad no se trataba de un debate propiamente dicho porque, en general, el contrapunto con Iván estaba perdido de antemano. Pero yo persistía en las discusiones no tanto por terquedad sino más bien porque un día advertí que a las mejores ideas, él las tenía siempre en el borde de algún debate. Iván era de esos a los que les gusta debatir porque  el debate los  ayuda a pensar, a pulir ideas. Me lo decía siempre. De modo que yo tensaba, perseguía sus frases e intentaba arrinconarlo hasta que por fin llegaba el momento en el que él encontraba el argumento preciso para saldar el debate en su favor. Y te lo espetaba de ese modo tan propio de él que daba la impresión que lo había pensado desde el principio de la discusión y que había dejado que el debate discurriera tan sólo para dar con el instante en que su argumento final fuera más filoso. Debatir con él era esperar ese momento. Por supuesto, la resultante era que yo me iba a mi casa con el argumento y entonces dejaba de pisar el camino de hormigas.
Lo que indudablemente no era admirable en él era su falta de pericia al volante. Un día, acompañándolo al interior de la provincia de Buenos Aires a dar una de sus charlas sobre el modelo de desarrollo económico, chocamos en plena panamericana. Era hora pico y la autotapista estaba atestada de autos. Apenas si avanzabamos. Y el contexto no era el mejor para estar frenados ahí. Tenía que llegar, dar la charla y volverse para 6,7,8. Y, sinceramente, no nos daban las horas. Estaba nervioso porque no quería colgar a los compañeros pero a mitad de camino lo habían llamado para que esa noche fuera al programa. Así que ibamos avanazando temerariamente, esquivando autos, desplazándonos de un carril a otro. Y en uno de esos desplazamientos, nos la dimos. La trompa del auto había quedado como la cara de raquel mancini. Bonita antes, bandoneonada después. Pero Iván era de esos que extraen virtudes de defectos. Porque después vino con su alegoría de la autopista, esa que nos contó el día de su cumpleaños a un grupo de compañeros. La recuerdo así. Cuando las autopistas colpsan de autos, hay los que quieren ir más rápido que el promedio y cambian de carril buscando la fila de autos que avanza más rápido. Una y otra vez se desplazan de un lado a otro. Pero lo cierto es que por más maniobras que uno haga, es imposible avanazar más rápido que el resto. Es el colectivo el que marca el ritmo. Y el ritmo que marca el colectivo siempre es el adecuado. Por más intentos individuales de avanzar más rápido, siempre se avanza colectivamente. El resto son gestos desesperados, siempre infructuosos. Lo mismo sucede con la militancia política: sólo se avanza colectivamente. Había extraído la lección de aquel golpaso en la panamericana. Un genio.
Y a su modo, también era un pedagogo. Su preocupación contante era la construir un relato. Me acuerdo que el día que lo conocí me habló del libro sobre el lider de sendero luminoso y su orgazación guerrillera. Yo lo había leido, de casualidad, el mes anterior. Esa fue la primera constelación de entusiasmos. En la lectura, el detectó algo que yo había pasado por alto. Cuando el escritor entrevistó en sus celdas a los militantes de sendero, parece ser que todos respondían siguiendo el mismo esquema: mercado mundial, contexto latinoámericano y, por último, estado de la lucha de clases en Perú. El periodista le preguntaba cómo andaban y ellos respondían hablando del mercado mundial, america latina, el Perú y, finalmente, contestaban: “aquí ando, como me ves”. Tipos que no tenían intercambio alguno desde hacía años, respondían lo mismo cuando eran entrevistados, incluso sobre asuntos políticos de coyuntura sobre los que no habían tenido ocasión de ponerse de acuerdo. Más allá de lo extremo del caso, Iván admiraba esa homogeneidad del realto. Pero no la homogeneidad de contenido impuesta desde alguna torre de marfil. Era muy crítico de la falta de crítica. No, la homogenidad que el festejaba era la del modo razonar. La del marco teórico con el cuál uno ordena el caos del mundo de hoy y extrae la táctica política que impone la coyuntura para avanazar en mejorar la vida de los más lastimados. Para él esa era una tarea fundamental que teníamos que darnos para construir una fuerza política con capacidad real de transformar la realidad. Un programa. Organización y programa repetía siempre que podía. Necesitamos organización y programa. Y en eso andaba.
En cuanto a su legado, se me viene a la mente una frase del Che. Che enseñaba que la muerte debe ser bienvenida, donde quiera que nos encuentre, si una mano compañera recoge el fusil que el revolucionario deja caer en su hora final. Otros son nuestros tiempos. Pero cada época tiene su propio fusil, su intrumento de lucha. No hay descanso. Hay los que descansan pero no hay descanso. Siempre los más pisoteados por toda bota cuentan con un arma. La que nos tocó en gracia, nuestro fusil, viene a ser la militancia. También se nos va la vida en ella. Pero ¿qué más da? ¿quién ofrece algo más noble, más incomodamente noble? Así que sí, lo nuestro sigue siendo fusil contra fusil. Del suelo, levantamos lo que Iván dejo caer. Él no descansaba. Empuñando su fusil, avanzamos. Militamos. Hace un mes su estrella se apagaba. Pero a medias. Porque, como preguntaba el poeta,"¿acaso el alma de un violín se desvanece con el chasquido de una cuerda que se corta?". La vida de los que se han ido está en la memoria de los que viven. Y yo lo voy a recordar como uno de los militantes más lúcidos de la causa de los pueblos. Iván era de esos. Y a esos, se los extraña. Siempre. Mucho.


martes, 13 de diciembre de 2011

Lo propio de las revoluciones

Todo frente político en el que confluyen distintos intereses económicos, políticos y culturales, encarnados por distintas organizaciones, tiene que vérselas con cierta dialéctica de las contradicciones. Hay, por así decir, dos tensiones fundamentales: la externa y la interna. La externa opera en relación a los intereses de las fuerzas que no participan del frente. La interna sucede entre los actores que sí confluyen en un mismo frente. Es probable que la relación entre una tensión y la otra sea inversamente proporcional: cuando la tensión externa es fuerte, la interna tiende a menguar. Porque ante el avance enemigo, la prioridad es cerrar filas, articular, y buscar objetivos comunes (de mínima, evitar el avance opositor). Desde la crisis por la resolución 125 hasta las elecciones de Octubre de este año, el conflicto externo contra las grandes corporaciones concentró toda la energía de nuestro movimiento. Ante el riesgo de perder el control del Estado, cada uno de las fuerzas políticas del FPV comprendió que la contradicción principal era la lucha contra el frente opositor.  Esa coyuntura relajó la tensión entre los intereses particulares de los actores que confluían en el frente nacional y popular, subordinando la cuestión interna a la contradicción externa.
            En términos generales, sucede lo mismo con la relación inversa: cuando la tensión externa es débil, la interna tiende a intensificarse. Sería ingenuo sostener que la contradicción externa será, por siempre, la principal. La relación entre la tensión externa y la interna no es estática sino que varía de acuerdo con el desarrollo histórico. Nuestro triunfo definitivo sobre el frente opositor, cuando llegue (cuando se “institucionalice”, en palabras de Cristina, este modelo de nación), modificará la relación entre la contradicción interna y la externa. Entonces sí, los contornos del proyecto nacional y popular -ya hegemónico- dependerán de la relación entre las fuerzas políticas que participen de ese proyecto. Pero será una disputa inter pares, entre compañeros, por profundizar un aspecto u otro de un mismo modelo.
            Por eso, es absolutamente fundamental distinguir, en cada momento histórico, cuál es la contradicción principal, la que determina al resto de las contradicciones -si la externa o la interna- y  cuáles son los intereses y actores en disputa. Eso es lo que define la acción política.
            Hoy, es fácil dejarse tentar por el 54% de los votos y apresurarse a creer que tal grado de apoyo popular a nuestro proyecto obligará al frente opositor a una capitulación más o menos definitiva. Si  ese diagnóstico fuese acertado y de allí dedujéramos que la última derrota en las urnas de todos los partidos políticos de la oposición significó la resolución final a la pugna histórica entre el movimiento nacional y popular y las elites dominantes, entonces tendríamos que asumir que el horizonte político sería la disputa interna entre ciertos sectores del FPV por condicionar el destino del modelo. Sin embargo, objetivamente, estamos lejos de ese escenario.
            La corrida bancaria impulsada por el sector financiero y fogoneada por los medios de comunicación a una semana de ese 54%, ha sido un explícito intento de condicionamiento de las grandes corporaciones económicas hacia el gobierno reelecto.  Así como en Europa los golpes de mercado están volteando primeros ministros, aquí funcionan como serios intentos de parte de los sectores dominantes por imponer tal o cual política económica. En este caso, una abrupta devaluación del peso. La sóla capacidad de iniciar una corrida bancaria a un gobierno recientemente refrendado por el 54% de los votos, es una señal de su tremendo poderío económico y su notable desprecio por la democracia.
            Tampoco hay que dejar de considerar que si bien es cierto que la legitimidad de los medios de comunicación concentrados ha sido profundamente diezmada en los últimos tres años, aún retienen una indudable capacidad de imponer agenda y condicionar el humor social. También han logrado frenar el cumplimiento del estratégico artículo 161 de la ley de servicios de comunicación audiovisual y su poderío económico permanece más o menos intacto. Y su caso tampoco parece plantear,  siquiera, una retirada táctica. Basta repasar cómo han intentado tergiversar el asunto de los subsidios para comprobar que siguen en guardia.
            Por su parte, el capital extranjero continúa remitiendo cientos y cientos de millones en utilidades a sus casas centrales y, cuando puede, presiona, como puede, para que se modifique el rumbo de la política económica del país. Y no hay que menospreciar su poder a pesar de la independencia económica que nuestro modelo ha consolidado. Conviene recordar que es el mismo actor que ha forzado, entre otras, la renuncia del primer ministro de una de las grandes potencias económicas del mundo, Italia.
            Se tratan de un par de ejemplos que ilustran la fortaleza económica y cultural de las grandes corporaciones y su disposición a seguir disputando el poder político. Conviene imaginarse cómo reaccionarían estos sectores ante las políticas de profundización que ejecutará Cristina para evaluar si efectivamente el frente opositor está definitivamente derrotado.
            Y es en este contexto que hay  que encuadrar los últimos conflictos con ciertos sindicatos. Es decir, se trata de contradicciones secundarias, que quedan subordinadas a la disputa con las grandes corporaciones. Las tensiones internas entre actores que pertenecen, sin sospecha de oportunismo, al FPV, deben resolverse en un marco de unidad porque el objetivo de mantener la unidad del frente nacional rige sobre cualquier cortocircuito interno. La CGT ha acompañado este proceso político desde su nacimiento y ha permanecido fiel al movimiento durante el conflicto por la 125. Luego, en el marco de la crisis financiera internacional -cuyo destino era imprevisto y podía desorientar a cualquiera-, actuó en consonancia con el gobierno. Esos son algunos de los muchos avales que acreditan su compromiso político con el proyecto popular.
            Por otra parte, no hay duda que el sujeto social deliberadamente beneficiado por  este modelo económico son los trabajadores en su conjunto (ocupados, desocupados, jubilados). Este modelo tiene como propósito mejorar la calidad de vida de los millones de trabajadores ocupados y desocupados de la argentina. Y como sentenciara Cristina en el acto por la inauguración del hangar en aeroparque, serán los trabajadores los primeros es ser perjudicados si las grandes corporaciones vuelven a gobernar nuestro país. De modo que el modelo nacional y popular es un modelo para los trabajadores. Esa es su razón de ser. Esa sigue siendo la contradicción principal: un modelo de nación para los trabajadores y los sectores populares o un modelo de nación que beneficie a las elites económicas.
            Es lógico y previsible que cada sindicato defienda los intereses particulares de sus representados; sea que estos estén en la pirámide o en la base de la escala salarial. Se trata de demandas particulares y el FPV contiene innumerables sectores y subsectores con distintas demandas de ese estilo. Cada cual debe perseguir la satisfacción de su demanda considerando, a la par, los intereses comunes del frente nacional. Mientras las tensiones entre intereses contradictorios se resuelva en un marco de unidad no hay que preocuparse de que cada cual plantee sus reclamos. Como afirmara Garcia Linera durante un conflicto con un sindicato docente “la tensión entre reivindicaciones universales y particulares dentro del propio pueblo siempre existió. Por lo demás, es propio de las revoluciones”. 

martes, 1 de noviembre de 2011

La cuestión del Frente Nacional y Popular

¿Qué clase de construcción política es el Frente para la Victoria? Un frente, por conducta y por antonomasia. No se trata de un partido, ni de un movimiento, sino de un frente político. Así que conviene precisar la naturaleza de los frente políticos, en general, para comprender la lógica política que caracteriza al FPV. 
Que Laclau nos saque de la caverna. Quién lo haya leído sabe que no es casual que sea el intelectual preferido por el kirchnerismo fetén. Él ha logrado mejor que nadie descifrar el funcionamiento de los frentes políticos. Repasemos algunas de sus reflexiones. De buenas a primeras, su esquema teórico reconoce como unidad política mínima a la “demanda social”. Cualquier grupo político se constituye como tal porque persigue algún propósito, desea algo. Ese propósito conforma una demanda social particular. Ya sea que tomemos por ejemplo a los sindicatos, a las cámaras empresariales, a los movimientos sociales, a los intendentes o a la más insignificante reunión vecinal para peticionar por un semáforo en tal o cual esquina, lo cierto es que cada uno de estos grupos devienen actores sociales porque demandan: tienen intereses particulares y persiguen, mejor o peor, su satisfacción.
Según Laclau, los destinos probables de cualquier demanda se reducen a dos: se concreta o no se concreta. Si se la satisface, deja de ser una demanda; si no se le da curso y el grupo que la sostiene persiste en su propósito de concretarla, la demanda se convierte en un reclamo. Cuando una demanda no es satisfecha, el grupo que la sostiene necesita incrementar su fuerza específica para obligar al oponente a ceder a su reclamo. En general hay dos modos de expandir la fuerza política de un grupo: o bien crecer cuantitativamente y cualitativamente como grupo o tejer alianzas con otros grupos particulares. Hay dos ejemplos actuales bien ilustrativos de estas tácticas de acumulación. Tomemos por caso la CGT. En los últimos ocho años, la CGT ha crecido como fuerza social en base a la ampliación cuantitativa de su base (incorporación de millones de desocupados al trabajo), a la posterior extensión de su representatividad (incremento de afiliados) y a la formación de cuadros propios. Es decir que, como actor político, hasta ahora ha incrementado su fuerza en base a un crecimiento cuantitativo y cualitativo de su particularidad. Veamos el otro caso; trasladémonos a la crisis desatada con la resolución 125. Ahí tenemos a dos grupos sociales -la SRA y CRA- que desde hacía años demandaban una disminución de las retenciones a la exportaciones y, en Marzo del 2008, la derogación de la resolución que establecía las retenciones móviles. A priori, su fuerza específica -su escasa masividad, su magra legitimidad, etc- no daba el fuste con la envergadura de su demanda. Sin embargo, lograron su cometido aliándose con otros grupos sociales cuya demanda no era exactamente la suya (la federación agraria, los grandes medios de comunicación, parte de los barones de la industria, etc). Raudamente, los medios de comunicación les proveyeron el discurso y la Federación Agraria les permitió ampliar la base social de su reclamo y granjearse el apoyo de buena parte de la clase media que, al recibir de esos medios que el reclamo provenía tanto de los grandes propietarios como de los pequeños productores, sintieron que efectivamente las retenciones móviles constituían un atropello contra el “campo argentino todo”.
Es decir que hay dos formas de construcción política: la afirmación de la particularidad (CGT) o la articulación con otros actores (Mesa de Enlace). Por supuesto que la decisión táctica de un grupo de inclinarse por uno u otro modo de construcción depende de una larga serie de factores coyunturales de modo que jamás podría decirse, a priori, que una forma de construcción es universalemente mejor que la otra. Sin embargo, vale la pena iluminar la principal tensión de la construcción de alianzas: toda articulación de intereses supone alguna mínima concesión entre los grupos aliados. Es decir que la articulación privilegia lo que los grupos particulares tienen en común y supone siempre una claudicación parcial de su identidad particular. Siguiendo con el ejemplo de la Mesa de Enlace, la demanda que articuló a los diferentes grupos no satisfizo todas las demandas ni de la SRA, ni de la Federación Agraria, ni del Grupo Clarín. Y si alguno de los grupos hubiera querido que todas sus demandas fueran apoyadas por el resto de los actores, la unidad se hubiera deshecho. En cambio, privilegiaron el denominador común sacrificando parte de sus reclamos en pos de lograr cierta unidad.
Ya podemos contestar a la pregunta ¿Qué es un frente? Un frente es un modo de construcción política cuya lógica es la articulación de una serie de demandas (y por lo tanto, de actores políticos) en torno a una demanda general, común a cada uno de los actores particulares logrando que cada grupo sacrifique un aspecto de su particularidad al privilegiar lo equivalente, lo común a todos los grupos articulados. Este elemento equivalente puede ser una demanda propositiva (ej: “la profundización del modelo”), una demanda por la negativa (mancomunión contra un enemigo o un proyecto antagónico con los intereses de los grupos que se alían) o una combinación de ambas. Aquí es dónde el rol del líder se vuelve central. El líder es el que expresa ese equivalente, ese algo común a todos los grupos que integran un frente, el que sabe de las demandas particulares, el que las articula y el que condensa esa articulación en consignas, programas, símbolos. De allí que el grado y la calidad de la unidad del frente sea proporcional a la fortaleza de su conducción. Cuánto mayor sea la unidad, más fortaleza retiene el conductor porque él es la encarnación/expresión de esa unidad. A mayor fragmentación, menor poder.
Esto responde a lo que advertíamos más arriba acerca de las tensiones en los frentes políticos. Hay, por así decir, dos tensiones fundamentales: la externa y la interna. La externa es contra actores políticos que no forman parte del frente. La interna es entre los actores particulares, entre las demandas particulares que conforman el frente. Es probable que la relación aquí sea inversamente proporcional: cuando la tensión externa es fuerte, la interna tiende a menguar y viceversa. Porque ante el avance enemigo, es más sencillo detectar o construir un elemento común a todos los actores: evitar el avance enemigo. Pero cuando la disputa externa se torna menos perceptible, menos antagónica, entonces la tensión interna tiende a agravarse: ya sea por la disputa por la conducción del frente entre los actores que creen que mejor expresan el interés general del frente o entre los actores por extender las demandas propias que el conjunto del frente reivindica como generales. Es decir, se produce una contradicción entre los intereses particulares de los grupos que integran el frente. Cuando esto ocurre, el liderazgo se ve desacreditado porque lo común también empieza a vislumbrarse como menos común. También puede ocurrir que la ampliación indiscriminada del frente conduzca a un achicamiento de lo que se comparte dado que, por regla general, cuántos más actores participen de un frente, más difícil es hallar denominadores comunes. 


Historicemos. El FPV está integrado, grosso modo, por los siguientes actores:
trabajadores, jubilados, CGT, CTA, Industriales, PJ-gobernadores, PJ-Intendentes, intelectuales, clase media, clases bajas, movimientos sociales, juventud militante, radicales K, Nuevo encuentro y progresistas.
Es cierto que todos los que componen el frente son “kirchneristas”, sin embargo cada cual mantiene una mayor o menor fidelidad dependiendo de cuanto perciban que su interés particular se expresa en el programa general del frente. Por ejemplo, simplificando mucho, es probable que los trabajadores y jubilados mantengan una alta fidelidad para con el frente nacional y popular porque sus intereses y expectativas están atados a la suerte del proyecto. Por el contrario, el PJ se mantendrá dentro del frente siempre y cuando éste le garantice una serie de prestaciones (cargos, fondos, gobernaciones, intendencias, etc.) y no haya otro frente que les garantice más. Lo vimos en la crisis por la 125 cuando, creyendo que el proceso kirchnerista se iba a pique, muchos saltaron a los botes. Por supuesto que cada actor puja porque el frente asuma como propias la mayor cantidad de sus demandas. Sin embargo, situaciones límites como la del conflicto por la 125, permiten identificar qué actores ponderan, en última instancia, sus intereses particulares /corporativos frente al proyecto común. En ese sentido, podríamos denominar corporaciones a todos aquellos actores que privilegian sus intereses sectoriales frente al proyecto general del frente nacional y popular. Es cierto que buena parte de las corporaciones están fuera del frente. Pero, potencialmente, cualquier actor comapñero puede convertirse en una corporación si en determinado momento arriesga la unidad del frente al tensar en exceso las contradicciones internas en el afán de imponer su interés particular. Quizás hoy sea la CGT quién se acerque peligrosamente a esta caracterización. Aunque también los empresarios aliados. Ambos pretenden que el proyecto nacional asuma como generales sus intereses particulares (eso es la lucha por la conducción). Si llevan al extremo sus respectivas posiciones pondrán en riesgo la unidad. Conviene aclarar que la actual coyuntura impone la distinción entre movimiento obrero y CGT. Sobre todo en este último tiempo, la CGT parece reducir su representatividad a una fina fracción del movimiento obrero, los más beneficiados por el actual modelo de desarrollo. Por eso ante la gran cuestión en torno a si el movimiento obrero organizado puede comportarse corporativamente, hay que contestar que si sus principales reclamos (y acciones políticas) se concentran en una fracción del movimiento y no en el conjunto de los trabajadores, entonces, sí, cabe el epíteto de acción corporativa. Este será el tema del próximo post.
En definitiva, son tres los motivos por los que puede quebrarse un frente político: A) un exceso de particularismo de los grupos internos (corporativismo); B) la lucha por la conducción del frente; C) la cooptación de un grupo por parte de otro frente.

A) movimientos sociales, PJ intendentes, intelectuales
B) PJ gobernadores, empresarios, CGT
C) radicales K,  PJ intendentes,  PJ gobernadores, clases medias

Por supuesto, cada grupo sufre en su interior la contradicción propia de todo frente: ¿lo particular o lo general? No le será tan fácil a la CGT movilizar a sus delegados y afiliados si se enfrenta a Cristina y arriesga, por tanto, la unidad del frente nacional. Probablemente el Pj-gobernadores no sufra esa tensión interna y los empresarios la sientan a medias porque, a decir verdad, tienen dos mitades: el capital concentrado vinculado a las exportaciones y a la agroindustria y, por otro, las pymes, cuyo interés -la rentabilidad- está demasiado anclado al porvenir de éste modelo económico.

Hay una cuarta categoría que son los grupos particulares que expresan, en su particularidad, la unidad del frente y que, por tanto, son los más cercanos a quién conduce, articula y lidera el frente, Cristina:

D) trabajadores, jubilados, juventud militante, clases bajas

En conclusión, si el principal desafío del FPV es conservar la unidad para disponer de mayor fortaleza para profundizar y, por lo tanto, el riego más urgente hoy es la deserción de algunos grupos que integran el frente, la explosión de las contradicciones internas y -por ahora en menor medida- la cooptación de algún aliado por parte del frente opositor, entonces, cabe a la juventud, el actor organizado más comprometido con esa imperiosa necesidad de unidad, es decir, el grupo particular que menos intereses particulares tiene y mayor fidelidad con los intereses generales del frente declama, le cabe, decía, el rol de mantener la unidad defendiendo el liderazgo de Cristina. La mal llamada “guardia pretoriana” de Cristina no es más que la materialización, en un grupo particular, del interés general de conservar la unidad y el programa político del frente nacional y popular. Precisamente porque la juventud no está inmediatamente identificada con un interés específico es que encarna mejor que ningún otro grupo organizado esa perentoria necesidad de preservar la unidad.

martes, 16 de agosto de 2011

¿Se pondrán de moda los 50´?

Desde tiempos inmemoriales, las cosas pueden enforcarse desde dos -y sólo dos- puntos de vista. Tratándose de comentar el resultado de las PASO, esa proposición se confirma. Las perspectivas posibles: la del militante comprometido o la del (sujeto-supuesto) analista político neutral. Lo curioso de este caso es que la diferencia entre una y otra se reduce exclusivamente al estilo. Lo que uno dirá sin priuritos y con una alegria involucrada, el otro lo decolorará con eufemismos grises. Se me ocurre un ejemplo.
Ayer a la noche, en TN, un analista de la consultora Poliarquía -Fidanza, si la memoria no me falla- le espetaba a Morales Solá que lo de la oposición podía caracterizarse, apelando a los términos tradicionales de la sociología clásica, como “anomia boba”. El militante usaría otras palabras: “Momia boba”. Hay que atribuirle la razón a ambos.
De modo que saltaré de un punto de vista a otro. Seré 50% militante, 50% analista, como los votos. Va de suyo que no hay riesgo de pifiarla. Con ribetes discursvios o con palabras tajantes, el festival de votos en favor del proyecto político kirchnerista no da margen.
En honor al orden cronológico, hay que subrayar el caudal militante del kirchnerismo, cuyo ejemplo comicial fue apostar un fiscal por mesa en cada una de las escuelas de todo el país. En la capital federal -el ejemplo que tengo más a mano- fue la única fuerza que tenía fiscales de mesa (habrá alguna excepeción, como siempre); el resto tenía uno o dos fiscales generales nomás. Esa fotografía espontánea en la que se ve al presidente de mesa, al suplente y a un único fiscal de mesa -el del FPV- firmando sobres o rastreando apellidos en el padrón, contiene mucha más información sobre las causas del huracán de votos K que la supuesta hipótesis del voto castigo (a la oposición). No digo nada nuevo, sólo insisto que hay que prestar mucha atención al fenómeno de la militancia kirchnerista. Si se me permite a mi también citar términos de la sociología clásica, diré que crece como planta de estufa.
Los analisis que he leido entre ayer y hoy coinciden en destacar lo siguiente:

1- Triunfo en 23 de las 24 provincias.
2- Triunfo del FPV en los distritos agropecuarios.
3- Triunfo del FPV en las grandes ciudades (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, Córdoba capital, Santa Fe capital, San Miguel de Tucumán y Mendoza ).
4- El 7 de agosto José Manuel de la Sota ganó la gobernación de Córdoba. El domingo su lista de precandidatos a diputados nacionales consiguió sólo el 6,74 por ciento, contra el 29,59 por ciento de los kirchneristas.
5- Cristina le ganó a Binner en Santa Fe, a Alfonsín en Chascomús y a Duhalde en Lomas de Zamora.
6- En la provincia de Buenos Aires, Cristina obtuvo 632.000 votos más que Scioli.
7- Cualquier candidato opositor hubiera sido mejor candidato que los que finalmente se atrevieron a presentarse.

Animado por la apabullante victoria, uno podría cuestionar el intento de develar el supuesto misterio del “voto del campo” a favor del FPV. Cualquiera sea el corte que se haga sobre el resultado final -distrital, etáreo, socioeconómico, educativo, etc.- el triunfo de Cristina es un denominador común. Entonces, ¿por qué algunos parecen estar desconcertados con el triunfo de Cristina en Pergamino (39,07%), Navarro (45,71%), Pehuajó (50,89%), Rauch (45%), Junín (43%), Villegas (43%) y General Belgrano (48,81%), Venado Tuerto, Rafaela, etc.? Probablemente se hayan entrampado en su propia expresión de deseo que ubicaba en “el campo” al sujeto social redentor. Como muchos otros, el circuito económico de los pueblos a la vera de los campos goza de una vitalidad pecuniaria que muy pocos quieren arriesgar. En última instancia, está la economía. Se me ocurre pensar que a los exportadores de grano no les debe haber caido en gracia oir a Gonzalez Fraga decir que parte de su proyecto económico era establecer un tipo de cambio de flotación libre. El peso a 2,50 o 3 sería una herida a los bajos costos en dolares de su producción. Un pianta votos.
El porcentaje obtenido en la CABA era previsible. En primera vuelta de las elecciones a jefe de gobierno, Filmus había obtenido el 27% de los votos. Era de esperar que Cristina no se alejarara mucho de esa cifra. Lo que sí asombra es que ese 70% opositor se haya distribuido tan proporcionalmente entre los cuatro candidatos opositores de mayor fuste. Y lo mismo con el orden de esos opositores, sobre todo, el quinto puesto de Alfonsín. No porque Ricardito sea un rubí en bruto ni mucho menos sino porque podía preverse que al tradicional voto radical de la ciudad capital se le agregaría otro tanto del progresismo ligth y del antiperonismo. Pero si sumamos el 30% de Cristina, el 22% de Duhalde y el 11% de Rodriguez Saa, resulta ser que la CABA se ha convertido en una pequeña embajada de La Matanza. Por lo pronto, el honorable ciudadano de la capital federal me es inaccesible. Encuentro allí un límite, una roca, a mi capacidad de análisis. El voto oficialista -que en sí mismo nada dice- parece ser la salida más elegante. La famosa hipotesis ad hoc. Por otra parte, a diferencia del 2007 -cuando empezaba a atizarse el fuego-quema-sueldos de la inflación-, por estas fechas el kirchnerismo ha dado sobradas pruebas de que lleva las riendas y tiene bajo control el aumento de precios. Ese horizonte de previsibilidad quizás explique la repuntada K en las grandes ciudades, ayer-nomás, adversas.
La victoria de Cristina en aquellos distritos donde hace menos de un mes el FPV fue bapuleado o directamente inexistente es un asunto sobre al que los analistas deberán hincarle los dientes. Y políticamente, en lo que viene, es -a la charly- el asunto que quema. 2015 empezó ayer. Y, ceteris paribus, Cristina deberá dar con alguien a quien transferirle -como Lula- la simpatía popular que sobre ella se arroja. Hasta ahora no lo ha conseguido. Y la construcción de un candidato de la izquierda peronista -ni Urtubey ni Scioli ni De la Sota- trasciende el mero nombre -Dilma no era de las funcionarias más populares en Brasil. La cuestión radica en correjir los mecanismos de transferencia de simpatías practicados con las candidaturas de Filmus y Rossi. Presiento que va a ser una faena de las más complicadas. Los movimientos populares, históricamente -y lógicamente si uno condiera el conjunto de identidades heterogeneas que los habitan- han precisado de liderazgos fuertes. Brasil no es Argentina. Las tranformaciones sociales y culturales no son parangonables. La tragedia, los genes y el destino del ser nacional no tiene muchos parecidos con el brasilero. En Brasil no hay lulismo. Tal vez haya llegado el momento -con ese 50%- de empezar a pensar que una de las tareas en esta larga marcha al 2015 sea cosificar al kirchnerismo en un partido político con contornos precisos y vocación frentista.
Dostoievsky escribió que unicamente las personas más limitadas son las que niegan premeditadamente. Que un hombre despejado, por poco inteligente que sea, confiesa en lo posible los hechos materiales -cuya realidad en vano intentaría destruir- pero los explica de otra manera, modificando su significación y presentándolos bajo un aspecto distinto. Esta, no hay otra, es la estrategia de la única oposición viva al gobierno, los medios privados de comunicación. La única lectura que “presenta el hecho material -el 50% en favor de Cristina- bajo un aspecto distinto” sin llamar al gato con silbidos, fue la del “voto castigo”. Causa gracia, verdaderamente. Es como que alguien intente explicar que yo estoy enamorado de tal mujer no por sus méritos ni por el efecto que su estilo produce en mi, sino, basicamente, porque desprecio al resto de las de su género. Una falacia, dice el analista. Una imbecilidad compañero, corrije el militante. Pero alguién decía por ahí que mejor es no discutir los argumentos de los tontos porque puede que los de afuera no noten la diferencia. Así que mejor no decir mucho más sobre esa galera mediática de la que no sale ningún conejo.
Sí conviene consginar unas lineas sobre el relato que promocionarán de acá a Octubre desde los medios de comunicación, según intuyo por lo que he leido y oido de alguno de los epígonos de magnetto. Es una variante del viejo republicanismo de Carrio. Ahora resulta que el peligro que acecha a la argentina es el del... Partido Único (buuuuu). Se trata de convencer a...bueno, a los que se pueda, de que lo mejor para la salud de la democracia argentina es que algunos voten a un partido y a un/a candidato/a que no es el/la de sus preferencias ideológicas para emparejar un poco el resultado. Menudo argumento. Me dejo para más adelante una crítica al “republicanismo institucionalista”. Como mínimo ya tengo el título: ¿frentismo popular o republicanismo institucional?
Agregaría la versión kirchnerista de una vieja anécdota. Cuantan  que después de la final del mundial 86´, mientras todos festejaban la victoria,  Bilardo estaba preocupado por los dos goles que nos había hecho Alemania. ¿Habrá entonces que preocuparse también por la victoria de Duhalde en la Antartida? ¿Comienza allí el deshielo de la pasión de millones de argentinos con este gobierno? Para pensar.
Queda mucho por decir, será mañana...

sábado, 13 de agosto de 2011

...es mejor no estar atado a nada: Tercera parte


Ya maceré lo suficiente con la hipotesis de la simbiosis entre el estancamiento y la financiarización de la economía mundial desde la decada del setenta. De aquí en más será un “considerando”.
Hay quienes se han sorprendido por la ausencia del término neoliberalismo en los post anteriores. La inquietud de uno, si es legítima, presumiblemente también sea la de otros. De modo que apuntaré algo sobre ese asunto. Primero, puesto que tanta gente tan sagaz ha dicho sesudamente tantas cosas sobre esa ideología que cualquier resumen berreta que improvise aquí será una mezquindad con la inteligencia del lector. Pero hay una razón mucho más sofisticada. La misma que la de las Cartas de No Amor de Shklovsky. El mito cuenta que la mujer amada por el narrador se deja cortejar pero bajo ciertas condiciones: le prohibe verla, sólo le permite que le escriba una carta al día. Ni dos ni tres: sólo una. Y, este es el carozo del asunto, esa carta diaria no puede hablar de amor. El narrador -el galan-, entonces, le escribe sobre cualquier cosa: sobre aquello que está escribiendo, sobre sus peleas con el editor, sobre sus sueños, sobre su rutina, sobre lo que lo conmueve, sobre alguna sonata. Lo cual es su manera, dice, de escribirle de ninguna otra cosa que de su amor. Lo mismo ocurre con esta secuencia de posts. Sin pronunciar la palabra neoliberalismo, se trata de neoliberalismo de cabo a rabo. Porque el neoliberalismo es el contrarresto ideológico del capital financiero.
Hecha la salvedad, ahora queda por contar el capitulo final de la salvajada del capital financiero. Algún incredulo podría decir: muy rico todo pero su teoría se asienta sobre el estancamiento del salario y ¿acaso no ha aumentado el consumo desde los setenta a la actualidad? Ogiamos al incredulo. Ha dado en el punto. Dos afirmaciones superficialmente opuestas devienen ciertas, ambas, gracias a la alquimia de la financirización de la economía: los salarios están estancados hace décadas y el consumo ha aumentado desde entonces. ¿Qué magia ha permitido una formidable redistribución de la riqueza hacia arriba en la escala social al mismo tiempo que el aumento del consumo de los sectores medios y bajos? Aquí viene la palabrita clave: la deuda. El endeudamiento de las familias yanquis se incrementó desde cerca del 40% del PIB en 1960 hasta un 100% del PIB en 2007. Es decir, ganan lo mismo pero consumen más, mejoran su “nivel de vida”, endeudándose. Y este “efecto riqueza” no es una patología ad hoc del patrón de acumulación. Me he cansado de leer en los comentarios de lectores de La Nación y otros pasquines que los griegos y otras gentes han vivido por encima de sus capacidades y que ahora tienen que darsela de frente con la cruda, despiadada realidad. Y siempre hay un tono de “jodanse por inescrupulosos”. Pero lo cierto es que ese masivo endeudamiento de los ciudadanos de los paises centrales no fue una picardia de un par de hombres y mujeres sino un engranaje vital impulsado por el sistema financiero. Leamos LGCF:
Se necesita una expansión del crédito (o lo que es lo mismo, que la población o las empresas adquieran más deuda) para alimentar cualquier burbuja. En el caso de la burbuja inmobiliaria, los tipos de interés extremadamente bajos que siguieron al estallido de la burbuja del mercado bursátil así como los requisitos de los bancos, expandieron el crédito hasta colocarlo al alcance de prestatarios de todo tipo. En la burbuja financiera resultante, la financiación barata aumentó el número de prestatarios hipotecarios, a pesar del incremento del precio de la vivienda. La combinación de tipos de interés extraordinariamente bajos e hipotecas a unos plazos mayores dio lugar a cuotas mensuales asequibles, incluso cuando los precios se incrementaron rápidamente. Si estas cuotas mensuales seguían siendo demasiado altas (tal como ocurría a menudo dado que los salarios reales llevaban estancados treinta años y que el primer empleo rara vez se pagaba por encima del salario mínimo) se ideaban medios para reducir aún más las cuotas iniciales. Los compradores inmobiliaros se vieron inmediatamente engullidos por la euforia del abrumador auge inmobiliario y se les hizo fácil creer con facilidad que un continuo incrementeo de los precios de sus viviendas les permitiría refinanciar sus hipotecas cuando caducara el tipo de interés incial bajo”
A su vez, los creadores de estos prestamos de alto riesgo tenían todos los incentivos para generar y agrupar tantos prestamos como fuera posible ya que los prestamos empaquetados (mezcla de prestamos de alto y bajo riesgo) se vendían rapidamente a otros. Y, por supuesto, el coste de compra de la vivienda, que se había incrementado tan rapidamente incluía una jugosa tajada para todos los invitados al banquete.
Así fue que se desató la mania especulativa, caracterizada por un rápido incremento del volumen de la deuda y un descenso igual de rápido de su calidad. El frenesí fue multitudinario. Empresas financieras que empaquetaban deudas y las vendían, aseguradoras que crubrían todo tipo de deudas, bancos que aseguraban otros bancos, especuladores inmobiliarios que entraron en el negocio de la compra de viviendas con el fin de revenderla a un precio mayor, propietarios que aprovecharon los bajos tipos de interés para refinanciar y retirar valor patrimonial en efectivo de su vivienda, etc. Bastó con que aumentara los tipos de interés para que miles de familias que dependían del continuo aumento del precio de sus viviendas para refinanciar sus prestamos, se encontraran con prestamos hipotecarios de mayor valor que el valor de sus viviendas lo que ocasionaba impagos y caidas en los precios de la vivienda. Esto, a su vez, provocó que un número cada vez mayor de propietarios debieran cantidades superiores al precio de sus viviendas. Los bancos, que buscaban reforzar sus balances, empezaron a contener las nuevas extensiones de deuda en las tarjetas de credito. El consumo descendió, se perdieron empleos y empezó una esperial descendente.  Se cayeron algunos y como todos estaban atados, de desplomaron en conjunto.
Hasta acá llego. Me traiciono sino. No son las causas de la explosión de la burbuja inmobiliaria lo que interesa. Sino las cuasas de las burbujas financieras en general y, eventualmente, las consecuencias del desplome de la especulación. No soy economista y ni siquiera a ellos les ha ido muy bien con el juego de la especulación. Así que no voy a especular con las derivas económicas de este voluminoso quilombo mundial sino con los impactos políticos. Pero para eso habrá que esperar al Martes.El Domingo ya se sabe. El Lunes, se verá.