martes, 9 de agosto de 2011

Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada: la crisis económica mundial (primera parte)


En algún lugar -dispénsenme de dar precisiones- leí un relato que tenía por protagonista a no sé qué célebre pintor. Parece ser que un día cualquiera -de sol, imagino- a este virtuoso artista se le presenta en su casa un emisario del emperador. Sin mediar ningún otro protocolo que el que lleva de suyo el atavio de la corte real, el enviado del enviado de la deidad de turno le solicita que pinte para su majestad la más bella mariposa tornasolada nunca antes vista por el ojo humano. Un desproposito. Como compensación, le dice, usted recibirá periodicamente una pequeña bolsa de oro y, al finalizar la obra, una de mayor calado – evidentemente el emisario sentía una especial simpatía por las metáforas portuarias. Roma locuta, causa finita: nuestro pintor cierra trato
Para hacer corta una historia larga que podría incluir sin forzamientos a dragones o naves que viajan en el tiempo, digamos que cada dos meses, aquel paladín de los caprichos reales visita al artista, le deja las moneadas en una bolsa anudada por una cuerda rugosa y recibe, a cambio, siempre la misma declaración: se me ha requerido que mi pintura perfeccione a la mismísima naturaleza, le ruego mas tiempo, aún no he terminado. Un guapo.
Conforme fue pasando el tiempo, el emperador también se fue impacientando y, a causa del Síndrome de Propiedad Transitiva Exagerada (el SPTE es la patología típica de todo lamebotas), lo mismo contaba para el emisario. Sin embargo, el artista no dudaba y pedía más tiempo -lo que significaba, si están atentos, más oro. Digamos que tenía una beca, en un obscuro conicet medieval, prorrogable según el arbitrio real. Pero, por fin, una mañana el rey se hartó y condujo ¡personalmente! a su guardia a las puertas de la casa del pintor. Se imaginarán el barullo que se armó en la comarca cuando advirtieron que se acercaban al galope once caballeros viriles cubiertos por sus armaduras. Al anoticiarse por un campesino amigo que la caballeria real andaba en su busqueda, el artista barbudo tomó una hoja, algunos lápices y se encerró en el granero. Allí, en lo que dura un instante -en aquel mundo lento y pausado- trazó la mariposa más preciosa que desde entonces se ha visto en la tierra. El rey así lo consideró, de modo que le perdonó la vida, lo condecoró y le regaló tierras y riquezas a granel. Aquella noche, cuando el artista le relató la historia del granero a su hija, ella le reprochó la demora. Él  tragó su vino y le contestó: hija, no me demoré, durante todo este año estuve pintando la mariposa en mi mente. Luego sólo necesité trazar unas lineas en el papel. El trabajao lo había hecho antes.
Me acordé -me inventé- esta historia cuando elucubraba una justificación a las tres semanas sin posts. Mutatis mutandis, estuve trabajando en mi mente las palabras que siguen, diré. Porque de lo que se trata esta vez es de la reseña (en dos o tres partes) de un libro que tuve la suerte de leer este último mes: La Gran Crisis Financiera (LGCF), de John Bellamy Fosrter y Fred Magdoff. Para operarme el blog o, como dirían los publicistas, para crear la necesidad, le pedi a unos amigos que prendieran fuego un par de edificios en Inglaterra, que Zapatero anticipara las elecciones en España y que los buenos muchachos de wallstreet and company desplomaran las bolsas del mundo. Ahora sí, el banquete está listo. Va la explicación que estos dos filomarxistas ofrecen sobre el sideral quilombo del turbocapitalismo contemporaneo. Este post es una suerte de oportunismo inconsciente.
En la contratapa del libro, se lee: “El libro reune los trabajos escritos y publicados durante los tres años previos a la crisis, o si se quiere, durante su período de incubación; son, pues, trabajos que profundizan en tiempo presente en los elementos que finalmente van a conducir a su estallido en 2008, a los que se acompaña una valoración escrita en diciembre de ese mismo año”. Lo primero que llama la atención es la sorprendente capacidad de anticipación que lograron estos dos sujetos en esos artículos previos. Y no se trata de una previsión abstracta; no se crean que estos dos aciertan como acertaba aquella vieja canción que nos anoticiaba que “todos termina al fin” que “nada puede escapar”. Tampoco se trata del típico estilo apocalíptico trotskista. Son absolutamente precisos cuando se adelantan a cada uno de los períodos de la crisis reinante. De modo que uno se siente tentado de concederles, ipso facto, cierta ventaja respecto al resto cuando es cuestión de estudiar las causas de la crisis. Sobre todo, porque el silogismo que les permite anticipar lo que efectivamente terminó sucediendo, lo construyen sobre una premisa que ellos definen como la causa esencial de la crisis, en aquel entonces, por venir: el estancamiento. En pocas y tautológicas palabras, el problema de este patrón de acumulación mundial es... el patrón de acumulación mundial (“la verdadera barrera de la producción capitalista es el propio capital”, deducía Marx). Intentaré demostrarlo en éste y el siguiente post.
Siempre que se le consulta por el papel del filósofo, Zizek sostiene que su tarea no es ofrecer respuestas sofisticadas a preguntas prefabricadas sino procurar que las preguntas que los hombres y muejeres se formulan sean las correctas. Y precisamente ese es el gesto clave del libro en cuestión. Porque si bien es cierto que la primera pregunta que se nos ocurre espetarle al especialista cuando explota una burbuja financiera es por las causas de esa explosión, en verdad el interrogante más interesante es anterior, es por las causas de la burbuja. ¿Por qué hay burbujas si la historia ha dado sobradas pruebas de que terminan pinchándose? Hecho el correctivo intelectual, ahora podemos salir a buscar una respuesta. Y LGCF la provee. Es cierto que uno debe buscarla debajo de una caudalosa catarata de datos, pero allí está. Vale la pena cruzar el arcoiris. Grosso modo, las burbujas financieras existen, según los autores, como efecto de la tendencia al estancamiento de la economía capitalista madura. Estancamiento no quiere decir que no exista crecimiento en absoluto, sino más bien que la economía funciona bastante por debajo de su potencial, con capacidad productiva ociosa importante y un desempleo y subempleo significativos. Basicamente el problema consiste en que llegados al punto en que el capital no encuentra, en la economía productiva (la llamada “economía real”), suficientes esferas de inversión que garanticen una alta tasa de rentabilidad, se produce un exceso de capital chapoteando en el mundo que no consigue realizarse. Esa es la antiquísima paradoja del capitalismo: un proceso de acumulación de capital que depende de mantener los salarios bajos mientras que, al mismo tiempo, se confía en el consumo salarial para mantener el crecimiento y la inversión de la economía. En otras palabras: las condiciones que dan lugar a los excedentes de capital introducen barreras que limitan su inversión rentable. Las grandes empresas apenas si pueden vender el nivel acutal de bienes a los consumidores a precios calibrados para dar prioridad a la tasa actual de beneficios. La debilidad del crecimiento del consumo trae como consecuencia recortes en la utilización de la capacidad productiva a medida que las grandes empresas tratan de evitar la sobreproducción y las reducciones de precios que amenazan sus márgenes de beneficio. En definitiva, el dilema para los propietarios del capital está en qué hacer con el enorme excedente a su disposición.
Históricamente han existido una serie de mecanismos que sirvieron de contrapeso a esa tendecia de la economía capitalista madura hacia el estancamiento:

  • A medida que las industrias maduran y sus productos saturan los mercados locales, las empresas en busca de salidas rentables para sus productos y capitales intentan exportar e invertir en el extranjero. Primero fue mediante el imperisalismo militar, luego invirtiendo en los mercados periféricos y repatriando las ganancias. Hoy en día, sin embargo, ya no quedan suficientes periferias dónde invertir: la competencia mundial por los mercados, el estancamiento global (evidente en el crecimiento del exceso de capacidad productiva mundial) y el superavit obtenido de la explotación de los mercados del tercer mundo, impiden que sea ésa la esfera de inversión que el capital precisa. En pocas y luxemburgeanas palabras: ya no hay afuera.
  • Otrora, los inventos y las teconologías clave tambíen estimularon la economía evitando el estancamiento. Piensen en el automovil: construcción de carreteras, puentes, túneles, estaciones de servicio, petroleo, repuestos, restaurantes, transporte de bienes y personas más eficiente, etc. Las nuevas teconologías de la información, si bien han tenido importantes consecuencias económicas, no parecen tener el mismo impacto que tuviera el tren o el automovil. De hecho, el boom de silicon valley ha pasado y el estancamiento prevalece.
  • El crecimiento del gasto gubernamental, como señaló Keynes, también puede alimentar la economía. No hace falta decir mucho en relación a este punto: los deficit fiscales y los problemas de deudas de los principales Estados son descomunales. No parece ser que puedan incrementarse más, o sí, pero nunca al nivel que el capital precisaría.
  • El aumento de la deuda privada y pública, a su vez, puede operar como estimulante de la economía. Sin embargo, la deuda total de EE. UU (Empresas, Estado, individuos) en el 2005 (antes de los rescate estatal a los bancos) era casi de 3.5 veces el PIB de la nación, y ¡no muy lejos de los 44 billones de dolares de PIB del mundo entero!. Dificilmente pueda incrementarse este endeudamiento al nivel necesario. Además, a medida que la deuda global crece, tiene un menor efecto estimulador sobre la economía.
  • Otra de las alternativas históricamente comprobables al estancamiento han sido las grandes guerras. En este punto, lo cierto es que no es posible hacer ningún pronóstico. Aunque por decantación, canceladas las alternativas citadas, comienza  aser observada por el rabillo del ojo.

Supongo que ya todos sospechan cuál ha sido, hasta el 2008, la esfera de inversión que encontró el capital cuando a comienzos de la decada del 70´ (crisis de estanflación) las anteriores habían sido saturadas. Sí, hasta antes de ayer, el sector financiero tenía la responsabilidad de proporcionar mercados nuevos y ampliados para las masivas reservas de capital.

Continuará...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muuuuuy interesante, veremos como sigue esta trama de suspenso financiero, ayer vi Inside Job de un tal Fergusson, y acompan~a muy bien este asunto!

Te mando un abrazo de Tino

MRA dijo...

Habrà que verla entonces!
Gracias por el comentario.
Abrazos!