martes, 16 de agosto de 2011

¿Se pondrán de moda los 50´?

Desde tiempos inmemoriales, las cosas pueden enforcarse desde dos -y sólo dos- puntos de vista. Tratándose de comentar el resultado de las PASO, esa proposición se confirma. Las perspectivas posibles: la del militante comprometido o la del (sujeto-supuesto) analista político neutral. Lo curioso de este caso es que la diferencia entre una y otra se reduce exclusivamente al estilo. Lo que uno dirá sin priuritos y con una alegria involucrada, el otro lo decolorará con eufemismos grises. Se me ocurre un ejemplo.
Ayer a la noche, en TN, un analista de la consultora Poliarquía -Fidanza, si la memoria no me falla- le espetaba a Morales Solá que lo de la oposición podía caracterizarse, apelando a los términos tradicionales de la sociología clásica, como “anomia boba”. El militante usaría otras palabras: “Momia boba”. Hay que atribuirle la razón a ambos.
De modo que saltaré de un punto de vista a otro. Seré 50% militante, 50% analista, como los votos. Va de suyo que no hay riesgo de pifiarla. Con ribetes discursvios o con palabras tajantes, el festival de votos en favor del proyecto político kirchnerista no da margen.
En honor al orden cronológico, hay que subrayar el caudal militante del kirchnerismo, cuyo ejemplo comicial fue apostar un fiscal por mesa en cada una de las escuelas de todo el país. En la capital federal -el ejemplo que tengo más a mano- fue la única fuerza que tenía fiscales de mesa (habrá alguna excepeción, como siempre); el resto tenía uno o dos fiscales generales nomás. Esa fotografía espontánea en la que se ve al presidente de mesa, al suplente y a un único fiscal de mesa -el del FPV- firmando sobres o rastreando apellidos en el padrón, contiene mucha más información sobre las causas del huracán de votos K que la supuesta hipótesis del voto castigo (a la oposición). No digo nada nuevo, sólo insisto que hay que prestar mucha atención al fenómeno de la militancia kirchnerista. Si se me permite a mi también citar términos de la sociología clásica, diré que crece como planta de estufa.
Los analisis que he leido entre ayer y hoy coinciden en destacar lo siguiente:

1- Triunfo en 23 de las 24 provincias.
2- Triunfo del FPV en los distritos agropecuarios.
3- Triunfo del FPV en las grandes ciudades (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, Córdoba capital, Santa Fe capital, San Miguel de Tucumán y Mendoza ).
4- El 7 de agosto José Manuel de la Sota ganó la gobernación de Córdoba. El domingo su lista de precandidatos a diputados nacionales consiguió sólo el 6,74 por ciento, contra el 29,59 por ciento de los kirchneristas.
5- Cristina le ganó a Binner en Santa Fe, a Alfonsín en Chascomús y a Duhalde en Lomas de Zamora.
6- En la provincia de Buenos Aires, Cristina obtuvo 632.000 votos más que Scioli.
7- Cualquier candidato opositor hubiera sido mejor candidato que los que finalmente se atrevieron a presentarse.

Animado por la apabullante victoria, uno podría cuestionar el intento de develar el supuesto misterio del “voto del campo” a favor del FPV. Cualquiera sea el corte que se haga sobre el resultado final -distrital, etáreo, socioeconómico, educativo, etc.- el triunfo de Cristina es un denominador común. Entonces, ¿por qué algunos parecen estar desconcertados con el triunfo de Cristina en Pergamino (39,07%), Navarro (45,71%), Pehuajó (50,89%), Rauch (45%), Junín (43%), Villegas (43%) y General Belgrano (48,81%), Venado Tuerto, Rafaela, etc.? Probablemente se hayan entrampado en su propia expresión de deseo que ubicaba en “el campo” al sujeto social redentor. Como muchos otros, el circuito económico de los pueblos a la vera de los campos goza de una vitalidad pecuniaria que muy pocos quieren arriesgar. En última instancia, está la economía. Se me ocurre pensar que a los exportadores de grano no les debe haber caido en gracia oir a Gonzalez Fraga decir que parte de su proyecto económico era establecer un tipo de cambio de flotación libre. El peso a 2,50 o 3 sería una herida a los bajos costos en dolares de su producción. Un pianta votos.
El porcentaje obtenido en la CABA era previsible. En primera vuelta de las elecciones a jefe de gobierno, Filmus había obtenido el 27% de los votos. Era de esperar que Cristina no se alejarara mucho de esa cifra. Lo que sí asombra es que ese 70% opositor se haya distribuido tan proporcionalmente entre los cuatro candidatos opositores de mayor fuste. Y lo mismo con el orden de esos opositores, sobre todo, el quinto puesto de Alfonsín. No porque Ricardito sea un rubí en bruto ni mucho menos sino porque podía preverse que al tradicional voto radical de la ciudad capital se le agregaría otro tanto del progresismo ligth y del antiperonismo. Pero si sumamos el 30% de Cristina, el 22% de Duhalde y el 11% de Rodriguez Saa, resulta ser que la CABA se ha convertido en una pequeña embajada de La Matanza. Por lo pronto, el honorable ciudadano de la capital federal me es inaccesible. Encuentro allí un límite, una roca, a mi capacidad de análisis. El voto oficialista -que en sí mismo nada dice- parece ser la salida más elegante. La famosa hipotesis ad hoc. Por otra parte, a diferencia del 2007 -cuando empezaba a atizarse el fuego-quema-sueldos de la inflación-, por estas fechas el kirchnerismo ha dado sobradas pruebas de que lleva las riendas y tiene bajo control el aumento de precios. Ese horizonte de previsibilidad quizás explique la repuntada K en las grandes ciudades, ayer-nomás, adversas.
La victoria de Cristina en aquellos distritos donde hace menos de un mes el FPV fue bapuleado o directamente inexistente es un asunto sobre al que los analistas deberán hincarle los dientes. Y políticamente, en lo que viene, es -a la charly- el asunto que quema. 2015 empezó ayer. Y, ceteris paribus, Cristina deberá dar con alguien a quien transferirle -como Lula- la simpatía popular que sobre ella se arroja. Hasta ahora no lo ha conseguido. Y la construcción de un candidato de la izquierda peronista -ni Urtubey ni Scioli ni De la Sota- trasciende el mero nombre -Dilma no era de las funcionarias más populares en Brasil. La cuestión radica en correjir los mecanismos de transferencia de simpatías practicados con las candidaturas de Filmus y Rossi. Presiento que va a ser una faena de las más complicadas. Los movimientos populares, históricamente -y lógicamente si uno condiera el conjunto de identidades heterogeneas que los habitan- han precisado de liderazgos fuertes. Brasil no es Argentina. Las tranformaciones sociales y culturales no son parangonables. La tragedia, los genes y el destino del ser nacional no tiene muchos parecidos con el brasilero. En Brasil no hay lulismo. Tal vez haya llegado el momento -con ese 50%- de empezar a pensar que una de las tareas en esta larga marcha al 2015 sea cosificar al kirchnerismo en un partido político con contornos precisos y vocación frentista.
Dostoievsky escribió que unicamente las personas más limitadas son las que niegan premeditadamente. Que un hombre despejado, por poco inteligente que sea, confiesa en lo posible los hechos materiales -cuya realidad en vano intentaría destruir- pero los explica de otra manera, modificando su significación y presentándolos bajo un aspecto distinto. Esta, no hay otra, es la estrategia de la única oposición viva al gobierno, los medios privados de comunicación. La única lectura que “presenta el hecho material -el 50% en favor de Cristina- bajo un aspecto distinto” sin llamar al gato con silbidos, fue la del “voto castigo”. Causa gracia, verdaderamente. Es como que alguien intente explicar que yo estoy enamorado de tal mujer no por sus méritos ni por el efecto que su estilo produce en mi, sino, basicamente, porque desprecio al resto de las de su género. Una falacia, dice el analista. Una imbecilidad compañero, corrije el militante. Pero alguién decía por ahí que mejor es no discutir los argumentos de los tontos porque puede que los de afuera no noten la diferencia. Así que mejor no decir mucho más sobre esa galera mediática de la que no sale ningún conejo.
Sí conviene consginar unas lineas sobre el relato que promocionarán de acá a Octubre desde los medios de comunicación, según intuyo por lo que he leido y oido de alguno de los epígonos de magnetto. Es una variante del viejo republicanismo de Carrio. Ahora resulta que el peligro que acecha a la argentina es el del... Partido Único (buuuuu). Se trata de convencer a...bueno, a los que se pueda, de que lo mejor para la salud de la democracia argentina es que algunos voten a un partido y a un/a candidato/a que no es el/la de sus preferencias ideológicas para emparejar un poco el resultado. Menudo argumento. Me dejo para más adelante una crítica al “republicanismo institucionalista”. Como mínimo ya tengo el título: ¿frentismo popular o republicanismo institucional?
Agregaría la versión kirchnerista de una vieja anécdota. Cuantan  que después de la final del mundial 86´, mientras todos festejaban la victoria,  Bilardo estaba preocupado por los dos goles que nos había hecho Alemania. ¿Habrá entonces que preocuparse también por la victoria de Duhalde en la Antartida? ¿Comienza allí el deshielo de la pasión de millones de argentinos con este gobierno? Para pensar.
Queda mucho por decir, será mañana...

sábado, 13 de agosto de 2011

...es mejor no estar atado a nada: Tercera parte


Ya maceré lo suficiente con la hipotesis de la simbiosis entre el estancamiento y la financiarización de la economía mundial desde la decada del setenta. De aquí en más será un “considerando”.
Hay quienes se han sorprendido por la ausencia del término neoliberalismo en los post anteriores. La inquietud de uno, si es legítima, presumiblemente también sea la de otros. De modo que apuntaré algo sobre ese asunto. Primero, puesto que tanta gente tan sagaz ha dicho sesudamente tantas cosas sobre esa ideología que cualquier resumen berreta que improvise aquí será una mezquindad con la inteligencia del lector. Pero hay una razón mucho más sofisticada. La misma que la de las Cartas de No Amor de Shklovsky. El mito cuenta que la mujer amada por el narrador se deja cortejar pero bajo ciertas condiciones: le prohibe verla, sólo le permite que le escriba una carta al día. Ni dos ni tres: sólo una. Y, este es el carozo del asunto, esa carta diaria no puede hablar de amor. El narrador -el galan-, entonces, le escribe sobre cualquier cosa: sobre aquello que está escribiendo, sobre sus peleas con el editor, sobre sus sueños, sobre su rutina, sobre lo que lo conmueve, sobre alguna sonata. Lo cual es su manera, dice, de escribirle de ninguna otra cosa que de su amor. Lo mismo ocurre con esta secuencia de posts. Sin pronunciar la palabra neoliberalismo, se trata de neoliberalismo de cabo a rabo. Porque el neoliberalismo es el contrarresto ideológico del capital financiero.
Hecha la salvedad, ahora queda por contar el capitulo final de la salvajada del capital financiero. Algún incredulo podría decir: muy rico todo pero su teoría se asienta sobre el estancamiento del salario y ¿acaso no ha aumentado el consumo desde los setenta a la actualidad? Ogiamos al incredulo. Ha dado en el punto. Dos afirmaciones superficialmente opuestas devienen ciertas, ambas, gracias a la alquimia de la financirización de la economía: los salarios están estancados hace décadas y el consumo ha aumentado desde entonces. ¿Qué magia ha permitido una formidable redistribución de la riqueza hacia arriba en la escala social al mismo tiempo que el aumento del consumo de los sectores medios y bajos? Aquí viene la palabrita clave: la deuda. El endeudamiento de las familias yanquis se incrementó desde cerca del 40% del PIB en 1960 hasta un 100% del PIB en 2007. Es decir, ganan lo mismo pero consumen más, mejoran su “nivel de vida”, endeudándose. Y este “efecto riqueza” no es una patología ad hoc del patrón de acumulación. Me he cansado de leer en los comentarios de lectores de La Nación y otros pasquines que los griegos y otras gentes han vivido por encima de sus capacidades y que ahora tienen que darsela de frente con la cruda, despiadada realidad. Y siempre hay un tono de “jodanse por inescrupulosos”. Pero lo cierto es que ese masivo endeudamiento de los ciudadanos de los paises centrales no fue una picardia de un par de hombres y mujeres sino un engranaje vital impulsado por el sistema financiero. Leamos LGCF:
Se necesita una expansión del crédito (o lo que es lo mismo, que la población o las empresas adquieran más deuda) para alimentar cualquier burbuja. En el caso de la burbuja inmobiliaria, los tipos de interés extremadamente bajos que siguieron al estallido de la burbuja del mercado bursátil así como los requisitos de los bancos, expandieron el crédito hasta colocarlo al alcance de prestatarios de todo tipo. En la burbuja financiera resultante, la financiación barata aumentó el número de prestatarios hipotecarios, a pesar del incremento del precio de la vivienda. La combinación de tipos de interés extraordinariamente bajos e hipotecas a unos plazos mayores dio lugar a cuotas mensuales asequibles, incluso cuando los precios se incrementaron rápidamente. Si estas cuotas mensuales seguían siendo demasiado altas (tal como ocurría a menudo dado que los salarios reales llevaban estancados treinta años y que el primer empleo rara vez se pagaba por encima del salario mínimo) se ideaban medios para reducir aún más las cuotas iniciales. Los compradores inmobiliaros se vieron inmediatamente engullidos por la euforia del abrumador auge inmobiliario y se les hizo fácil creer con facilidad que un continuo incrementeo de los precios de sus viviendas les permitiría refinanciar sus hipotecas cuando caducara el tipo de interés incial bajo”
A su vez, los creadores de estos prestamos de alto riesgo tenían todos los incentivos para generar y agrupar tantos prestamos como fuera posible ya que los prestamos empaquetados (mezcla de prestamos de alto y bajo riesgo) se vendían rapidamente a otros. Y, por supuesto, el coste de compra de la vivienda, que se había incrementado tan rapidamente incluía una jugosa tajada para todos los invitados al banquete.
Así fue que se desató la mania especulativa, caracterizada por un rápido incremento del volumen de la deuda y un descenso igual de rápido de su calidad. El frenesí fue multitudinario. Empresas financieras que empaquetaban deudas y las vendían, aseguradoras que crubrían todo tipo de deudas, bancos que aseguraban otros bancos, especuladores inmobiliarios que entraron en el negocio de la compra de viviendas con el fin de revenderla a un precio mayor, propietarios que aprovecharon los bajos tipos de interés para refinanciar y retirar valor patrimonial en efectivo de su vivienda, etc. Bastó con que aumentara los tipos de interés para que miles de familias que dependían del continuo aumento del precio de sus viviendas para refinanciar sus prestamos, se encontraran con prestamos hipotecarios de mayor valor que el valor de sus viviendas lo que ocasionaba impagos y caidas en los precios de la vivienda. Esto, a su vez, provocó que un número cada vez mayor de propietarios debieran cantidades superiores al precio de sus viviendas. Los bancos, que buscaban reforzar sus balances, empezaron a contener las nuevas extensiones de deuda en las tarjetas de credito. El consumo descendió, se perdieron empleos y empezó una esperial descendente.  Se cayeron algunos y como todos estaban atados, de desplomaron en conjunto.
Hasta acá llego. Me traiciono sino. No son las causas de la explosión de la burbuja inmobiliaria lo que interesa. Sino las cuasas de las burbujas financieras en general y, eventualmente, las consecuencias del desplome de la especulación. No soy economista y ni siquiera a ellos les ha ido muy bien con el juego de la especulación. Así que no voy a especular con las derivas económicas de este voluminoso quilombo mundial sino con los impactos políticos. Pero para eso habrá que esperar al Martes.El Domingo ya se sabe. El Lunes, se verá.

viernes, 12 de agosto de 2011

Cuando el mundo...Segunda parte

Conviene que apunte un súbito recuerdo antes que vuelva a olvidarlo. Ayer, mientras veía las imágenes de esos jovenes ingleses incendiando autos, tiendas de ropa, el centro comercial de Sony, etc. recordé el comentario de un escritor frances – Frédéric Beigbeder- ante la pregunta de cierto periodista sobre la quema de coches en los suburbios de París, algunos años atrás. Su respuesta fue memorable: “los queman para no desearlos”. Anoten.
Pero aun no ha llegado el turno del analisis de las implicancias políticas y culturales de la crisis. Todavía hay que sacarle punta a la tesis expuesta en el post del Martes, absolutamente subsidiaria del libro “La Gran Crisis Financiera”. Recapitulemos copiando del libro, un extracto:
“Al depuntar el siglo xx, el capitalismo sufrió una seria transformación, marcada por la aparición de los gigantes empresariales. Las primeras décadas que le siguieron estuvieron dominadas por las guerras mundiales y la depresión asiociada a esta gran transformación. Tras la segunda guerra mundial, esta nueva etapa del capitalismo se encontraba plenamente consolidada, principalmente en Estados Unidos, la economía capitalista más avanzada. Este hecho constituyó un quiebre con el sistema liberalmente competitivo del siglo XIX, en que la economía estaba formada en su mayor parte por empresas pequeñas que tenían poco poder sobre el nivel de precios, la producción yy la inversión, todos ellos determinados por las fuerzas mayores del mercado. En el nuevo orden capitalista, las empresas no se comportaban como sociedades competitivas de manual de economía, sino como oligopolios racionales. Dichas empresas abandonaron una competencia en precios mutuamente destructiva, que se había apodado “guerra de precios. En su lugar, competían basicamente en áreas de recorte de gastos y esfuerzo de ventas. El resultado fue una tendencia a ascender del superavit de esas grandes empresas.”
Sí, lo sé, muy grosero, muy raudo. Pero a cada trozo de carne, su cuchillo. Prueben si no, cortar el cuero de la vaca con un tramontina de filo y magnitud de primer cajón de cocina doméstica. Este grueso racconto histórico desemboca en el principal problema de la economía capitalista de empresas, cuya producción y ganancia resulta ser superior, incluso, a muchos, muchísimos paises. El asunto es cómo la economía -es decir, el modo en que hombres y mujeres del mundo producen bienes y servicios y distribuyen esa producción- consigue absorber el tremendo superavit económico, real y potencial. En algún momento el estímulo a la inversión de ese excedente en la economía productiva provino, como apuntáramos en el post anterior, del gasto gubernamental, de inventos y tecnologías clave, de grandes guerras, de bajas masivas en los salarios, etc. En la década de los setenta, obliteradas esas alternativas, e incapaz de encontrar salidas rentables para su excedente, las grandes empresas trataron de incrementar su capital monetario por medio de la especulación financiera. El sistema financiero, a su vez, respondió a este incremento de la demanda de sus “productos” con una selección apabullante de nuevos instrumentos financieros (futuros, opciones, derivados, hedge funds, etc.). El resultado fue un aumento de la superestructura financiera en los años ochenta que fue cobrando vida propia hasta derivar en el golem que terminó de explotar en el 2008. Allí fue que alumbró la bestia. Y como advirtiera Marx, la violencia hizo las veces de partera: recordemos que fue en los setenta que se produjo la derrota de los movimientos revolucionarios en America Latina y buena parte del tercer mundo.
Desde entonces, la clave de nuestro tiempo es la financiarización de la economía. El centro de gravedad, o mejor, el agujero negro de la economía mundial se desplazó desde la producción hacia las finanzas. Permitanme citar un dato iluminador -será casí como si les encendiera una lamparita frente a los ojos, en plena noche: mientras que en los años sesenta los beneficios financieros representaban alrededor del 15% de todos los beneficios industriales de EE. UU. , en 2005 representaban el 40% y, al reves, la industria, que en su día representó el 50% de los beneficios de aquella nación, representa ahora, menos del 15%. Se ha invertido, literalmente, la relación entre lo financiero y lo real. Este mundo no se le parece en nada al de los setenta -salvo por el estancamiento. Lo del setentismo, en cualqueria de sus facetas, es una cómoda simplificación.
Hasta aquí, entonces, las tres tendencias de la historia reciente del capitalismo:
1- Consolidación del modelo de grandes empresas multinacionales monopolistas.
2- Ralentización, estancamiento, de la tasa de crecimiento general.
3-Financiarización del proceso de acumulación del capital.

Habría que agregar una cuarta: Intermitentes implosiones de burbujas especulativas.
Es cierto que las finanzas tienen, casí, la edad del hombre. Pero lo específico de esta época histórica es que en los “viejos buenos tiempos”, las finanzas, como los bancos, fungian de ayudante modesto de la producción. Ahora el cuento es otro. El sector financiero ha conseguido un altísimo grado de autonomía. Y jugando al juego de la diferencia, encontramos otra: allá a lo lejos, el recalentamiento del sector financiero era consecuencia de la expansión de la economía real. Por lo general cobraba vida propia al final de un ciclo expansivo. Hoy crece en un período de alto nivel de estancamiento de la economía productiva.
Habría que apostillar lo de intermitentes o, por lo menos, permitirse especular que la burbuja inmobiliaria que implosionara a comienzos del 2008 podría marcar el fin de ese ciclo vicioso, adictivo, de creación, manías especulativa y desplome. Repito porque reprimo, escribía Freud. Ciclos de burbujas financieras para escapar al estancamiento, podría decirse ahora. Pero, en fin, ¿qué ocurre cuando ya no hay modo de repetir? ¿acaso retorna lo reprimido?

Continua mañana...

martes, 9 de agosto de 2011

Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada: la crisis económica mundial (primera parte)


En algún lugar -dispénsenme de dar precisiones- leí un relato que tenía por protagonista a no sé qué célebre pintor. Parece ser que un día cualquiera -de sol, imagino- a este virtuoso artista se le presenta en su casa un emisario del emperador. Sin mediar ningún otro protocolo que el que lleva de suyo el atavio de la corte real, el enviado del enviado de la deidad de turno le solicita que pinte para su majestad la más bella mariposa tornasolada nunca antes vista por el ojo humano. Un desproposito. Como compensación, le dice, usted recibirá periodicamente una pequeña bolsa de oro y, al finalizar la obra, una de mayor calado – evidentemente el emisario sentía una especial simpatía por las metáforas portuarias. Roma locuta, causa finita: nuestro pintor cierra trato
Para hacer corta una historia larga que podría incluir sin forzamientos a dragones o naves que viajan en el tiempo, digamos que cada dos meses, aquel paladín de los caprichos reales visita al artista, le deja las moneadas en una bolsa anudada por una cuerda rugosa y recibe, a cambio, siempre la misma declaración: se me ha requerido que mi pintura perfeccione a la mismísima naturaleza, le ruego mas tiempo, aún no he terminado. Un guapo.
Conforme fue pasando el tiempo, el emperador también se fue impacientando y, a causa del Síndrome de Propiedad Transitiva Exagerada (el SPTE es la patología típica de todo lamebotas), lo mismo contaba para el emisario. Sin embargo, el artista no dudaba y pedía más tiempo -lo que significaba, si están atentos, más oro. Digamos que tenía una beca, en un obscuro conicet medieval, prorrogable según el arbitrio real. Pero, por fin, una mañana el rey se hartó y condujo ¡personalmente! a su guardia a las puertas de la casa del pintor. Se imaginarán el barullo que se armó en la comarca cuando advirtieron que se acercaban al galope once caballeros viriles cubiertos por sus armaduras. Al anoticiarse por un campesino amigo que la caballeria real andaba en su busqueda, el artista barbudo tomó una hoja, algunos lápices y se encerró en el granero. Allí, en lo que dura un instante -en aquel mundo lento y pausado- trazó la mariposa más preciosa que desde entonces se ha visto en la tierra. El rey así lo consideró, de modo que le perdonó la vida, lo condecoró y le regaló tierras y riquezas a granel. Aquella noche, cuando el artista le relató la historia del granero a su hija, ella le reprochó la demora. Él  tragó su vino y le contestó: hija, no me demoré, durante todo este año estuve pintando la mariposa en mi mente. Luego sólo necesité trazar unas lineas en el papel. El trabajao lo había hecho antes.
Me acordé -me inventé- esta historia cuando elucubraba una justificación a las tres semanas sin posts. Mutatis mutandis, estuve trabajando en mi mente las palabras que siguen, diré. Porque de lo que se trata esta vez es de la reseña (en dos o tres partes) de un libro que tuve la suerte de leer este último mes: La Gran Crisis Financiera (LGCF), de John Bellamy Fosrter y Fred Magdoff. Para operarme el blog o, como dirían los publicistas, para crear la necesidad, le pedi a unos amigos que prendieran fuego un par de edificios en Inglaterra, que Zapatero anticipara las elecciones en España y que los buenos muchachos de wallstreet and company desplomaran las bolsas del mundo. Ahora sí, el banquete está listo. Va la explicación que estos dos filomarxistas ofrecen sobre el sideral quilombo del turbocapitalismo contemporaneo. Este post es una suerte de oportunismo inconsciente.
En la contratapa del libro, se lee: “El libro reune los trabajos escritos y publicados durante los tres años previos a la crisis, o si se quiere, durante su período de incubación; son, pues, trabajos que profundizan en tiempo presente en los elementos que finalmente van a conducir a su estallido en 2008, a los que se acompaña una valoración escrita en diciembre de ese mismo año”. Lo primero que llama la atención es la sorprendente capacidad de anticipación que lograron estos dos sujetos en esos artículos previos. Y no se trata de una previsión abstracta; no se crean que estos dos aciertan como acertaba aquella vieja canción que nos anoticiaba que “todos termina al fin” que “nada puede escapar”. Tampoco se trata del típico estilo apocalíptico trotskista. Son absolutamente precisos cuando se adelantan a cada uno de los períodos de la crisis reinante. De modo que uno se siente tentado de concederles, ipso facto, cierta ventaja respecto al resto cuando es cuestión de estudiar las causas de la crisis. Sobre todo, porque el silogismo que les permite anticipar lo que efectivamente terminó sucediendo, lo construyen sobre una premisa que ellos definen como la causa esencial de la crisis, en aquel entonces, por venir: el estancamiento. En pocas y tautológicas palabras, el problema de este patrón de acumulación mundial es... el patrón de acumulación mundial (“la verdadera barrera de la producción capitalista es el propio capital”, deducía Marx). Intentaré demostrarlo en éste y el siguiente post.
Siempre que se le consulta por el papel del filósofo, Zizek sostiene que su tarea no es ofrecer respuestas sofisticadas a preguntas prefabricadas sino procurar que las preguntas que los hombres y muejeres se formulan sean las correctas. Y precisamente ese es el gesto clave del libro en cuestión. Porque si bien es cierto que la primera pregunta que se nos ocurre espetarle al especialista cuando explota una burbuja financiera es por las causas de esa explosión, en verdad el interrogante más interesante es anterior, es por las causas de la burbuja. ¿Por qué hay burbujas si la historia ha dado sobradas pruebas de que terminan pinchándose? Hecho el correctivo intelectual, ahora podemos salir a buscar una respuesta. Y LGCF la provee. Es cierto que uno debe buscarla debajo de una caudalosa catarata de datos, pero allí está. Vale la pena cruzar el arcoiris. Grosso modo, las burbujas financieras existen, según los autores, como efecto de la tendencia al estancamiento de la economía capitalista madura. Estancamiento no quiere decir que no exista crecimiento en absoluto, sino más bien que la economía funciona bastante por debajo de su potencial, con capacidad productiva ociosa importante y un desempleo y subempleo significativos. Basicamente el problema consiste en que llegados al punto en que el capital no encuentra, en la economía productiva (la llamada “economía real”), suficientes esferas de inversión que garanticen una alta tasa de rentabilidad, se produce un exceso de capital chapoteando en el mundo que no consigue realizarse. Esa es la antiquísima paradoja del capitalismo: un proceso de acumulación de capital que depende de mantener los salarios bajos mientras que, al mismo tiempo, se confía en el consumo salarial para mantener el crecimiento y la inversión de la economía. En otras palabras: las condiciones que dan lugar a los excedentes de capital introducen barreras que limitan su inversión rentable. Las grandes empresas apenas si pueden vender el nivel acutal de bienes a los consumidores a precios calibrados para dar prioridad a la tasa actual de beneficios. La debilidad del crecimiento del consumo trae como consecuencia recortes en la utilización de la capacidad productiva a medida que las grandes empresas tratan de evitar la sobreproducción y las reducciones de precios que amenazan sus márgenes de beneficio. En definitiva, el dilema para los propietarios del capital está en qué hacer con el enorme excedente a su disposición.
Históricamente han existido una serie de mecanismos que sirvieron de contrapeso a esa tendecia de la economía capitalista madura hacia el estancamiento:

  • A medida que las industrias maduran y sus productos saturan los mercados locales, las empresas en busca de salidas rentables para sus productos y capitales intentan exportar e invertir en el extranjero. Primero fue mediante el imperisalismo militar, luego invirtiendo en los mercados periféricos y repatriando las ganancias. Hoy en día, sin embargo, ya no quedan suficientes periferias dónde invertir: la competencia mundial por los mercados, el estancamiento global (evidente en el crecimiento del exceso de capacidad productiva mundial) y el superavit obtenido de la explotación de los mercados del tercer mundo, impiden que sea ésa la esfera de inversión que el capital precisa. En pocas y luxemburgeanas palabras: ya no hay afuera.
  • Otrora, los inventos y las teconologías clave tambíen estimularon la economía evitando el estancamiento. Piensen en el automovil: construcción de carreteras, puentes, túneles, estaciones de servicio, petroleo, repuestos, restaurantes, transporte de bienes y personas más eficiente, etc. Las nuevas teconologías de la información, si bien han tenido importantes consecuencias económicas, no parecen tener el mismo impacto que tuviera el tren o el automovil. De hecho, el boom de silicon valley ha pasado y el estancamiento prevalece.
  • El crecimiento del gasto gubernamental, como señaló Keynes, también puede alimentar la economía. No hace falta decir mucho en relación a este punto: los deficit fiscales y los problemas de deudas de los principales Estados son descomunales. No parece ser que puedan incrementarse más, o sí, pero nunca al nivel que el capital precisaría.
  • El aumento de la deuda privada y pública, a su vez, puede operar como estimulante de la economía. Sin embargo, la deuda total de EE. UU (Empresas, Estado, individuos) en el 2005 (antes de los rescate estatal a los bancos) era casi de 3.5 veces el PIB de la nación, y ¡no muy lejos de los 44 billones de dolares de PIB del mundo entero!. Dificilmente pueda incrementarse este endeudamiento al nivel necesario. Además, a medida que la deuda global crece, tiene un menor efecto estimulador sobre la economía.
  • Otra de las alternativas históricamente comprobables al estancamiento han sido las grandes guerras. En este punto, lo cierto es que no es posible hacer ningún pronóstico. Aunque por decantación, canceladas las alternativas citadas, comienza  aser observada por el rabillo del ojo.

Supongo que ya todos sospechan cuál ha sido, hasta el 2008, la esfera de inversión que encontró el capital cuando a comienzos de la decada del 70´ (crisis de estanflación) las anteriores habían sido saturadas. Sí, hasta antes de ayer, el sector financiero tenía la responsabilidad de proporcionar mercados nuevos y ampliados para las masivas reservas de capital.

Continuará...