¿Qué clase de construcción política es el Frente para la Victoria? Un frente, por conducta y por antonomasia. No se trata de un partido, ni de un movimiento, sino de un frente político. Así que conviene precisar la naturaleza de los frente políticos, en general, para comprender la lógica política que caracteriza al FPV.
Que Laclau nos saque de la caverna. Quién lo haya leído sabe que no es casual que sea el intelectual preferido por el kirchnerismo fetén. Él ha logrado mejor que nadie descifrar el funcionamiento de los frentes políticos. Repasemos algunas de sus reflexiones. De buenas a primeras, su esquema teórico reconoce como unidad política mínima a la “demanda social”. Cualquier grupo político se constituye como tal porque persigue algún propósito, desea algo. Ese propósito conforma una demanda social particular. Ya sea que tomemos por ejemplo a los sindicatos, a las cámaras empresariales, a los movimientos sociales, a los intendentes o a la más insignificante reunión vecinal para peticionar por un semáforo en tal o cual esquina, lo cierto es que cada uno de estos grupos devienen actores sociales porque demandan: tienen intereses particulares y persiguen, mejor o peor, su satisfacción.
Según Laclau, los destinos probables de cualquier demanda se reducen a dos: se concreta o no se concreta. Si se la satisface, deja de ser una demanda; si no se le da curso y el grupo que la sostiene persiste en su propósito de concretarla, la demanda se convierte en un reclamo. Cuando una demanda no es satisfecha, el grupo que la sostiene necesita incrementar su fuerza específica para obligar al oponente a ceder a su reclamo. En general hay dos modos de expandir la fuerza política de un grupo: o bien crecer cuantitativamente y cualitativamente como grupo o tejer alianzas con otros grupos particulares. Hay dos ejemplos actuales bien ilustrativos de estas tácticas de acumulación. Tomemos por caso la CGT. En los últimos ocho años, la CGT ha crecido como fuerza social en base a la ampliación cuantitativa de su base (incorporación de millones de desocupados al trabajo), a la posterior extensión de su representatividad (incremento de afiliados) y a la formación de cuadros propios. Es decir que, como actor político, hasta ahora ha incrementado su fuerza en base a un crecimiento cuantitativo y cualitativo de su particularidad. Veamos el otro caso; trasladémonos a la crisis desatada con la resolución 125. Ahí tenemos a dos grupos sociales -la SRA y CRA- que desde hacía años demandaban una disminución de las retenciones a la exportaciones y, en Marzo del 2008, la derogación de la resolución que establecía las retenciones móviles. A priori, su fuerza específica -su escasa masividad, su magra legitimidad, etc- no daba el fuste con la envergadura de su demanda. Sin embargo, lograron su cometido aliándose con otros grupos sociales cuya demanda no era exactamente la suya (la federación agraria, los grandes medios de comunicación, parte de los barones de la industria, etc). Raudamente, los medios de comunicación les proveyeron el discurso y la Federación Agraria les permitió ampliar la base social de su reclamo y granjearse el apoyo de buena parte de la clase media que, al recibir de esos medios que el reclamo provenía tanto de los grandes propietarios como de los pequeños productores, sintieron que efectivamente las retenciones móviles constituían un atropello contra el “campo argentino todo”.
Es decir que hay dos formas de construcción política: la afirmación de la particularidad (CGT) o la articulación con otros actores (Mesa de Enlace). Por supuesto que la decisión táctica de un grupo de inclinarse por uno u otro modo de construcción depende de una larga serie de factores coyunturales de modo que jamás podría decirse, a priori, que una forma de construcción es universalemente mejor que la otra. Sin embargo, vale la pena iluminar la principal tensión de la construcción de alianzas: toda articulación de intereses supone alguna mínima concesión entre los grupos aliados. Es decir que la articulación privilegia lo que los grupos particulares tienen en común y supone siempre una claudicación parcial de su identidad particular. Siguiendo con el ejemplo de la Mesa de Enlace, la demanda que articuló a los diferentes grupos no satisfizo todas las demandas ni de la SRA, ni de la Federación Agraria, ni del Grupo Clarín. Y si alguno de los grupos hubiera querido que todas sus demandas fueran apoyadas por el resto de los actores, la unidad se hubiera deshecho. En cambio, privilegiaron el denominador común sacrificando parte de sus reclamos en pos de lograr cierta unidad.
Ya podemos contestar a la pregunta ¿Qué es un frente? Un frente es un modo de construcción política cuya lógica es la articulación de una serie de demandas (y por lo tanto, de actores políticos) en torno a una demanda general, común a cada uno de los actores particulares logrando que cada grupo sacrifique un aspecto de su particularidad al privilegiar lo equivalente, lo común a todos los grupos articulados. Este elemento equivalente puede ser una demanda propositiva (ej: “la profundización del modelo”), una demanda por la negativa (mancomunión contra un enemigo o un proyecto antagónico con los intereses de los grupos que se alían) o una combinación de ambas. Aquí es dónde el rol del líder se vuelve central. El líder es el que expresa ese equivalente, ese algo común a todos los grupos que integran un frente, el que sabe de las demandas particulares, el que las articula y el que condensa esa articulación en consignas, programas, símbolos. De allí que el grado y la calidad de la unidad del frente sea proporcional a la fortaleza de su conducción. Cuánto mayor sea la unidad, más fortaleza retiene el conductor porque él es la encarnación/expresión de esa unidad. A mayor fragmentación, menor poder.
Esto responde a lo que advertíamos más arriba acerca de las tensiones en los frentes políticos. Hay, por así decir, dos tensiones fundamentales: la externa y la interna. La externa es contra actores políticos que no forman parte del frente. La interna es entre los actores particulares, entre las demandas particulares que conforman el frente. Es probable que la relación aquí sea inversamente proporcional: cuando la tensión externa es fuerte, la interna tiende a menguar y viceversa. Porque ante el avance enemigo, es más sencillo detectar o construir un elemento común a todos los actores: evitar el avance enemigo. Pero cuando la disputa externa se torna menos perceptible, menos antagónica, entonces la tensión interna tiende a agravarse: ya sea por la disputa por la conducción del frente entre los actores que creen que mejor expresan el interés general del frente o entre los actores por extender las demandas propias que el conjunto del frente reivindica como generales. Es decir, se produce una contradicción entre los intereses particulares de los grupos que integran el frente. Cuando esto ocurre, el liderazgo se ve desacreditado porque lo común también empieza a vislumbrarse como menos común. También puede ocurrir que la ampliación indiscriminada del frente conduzca a un achicamiento de lo que se comparte dado que, por regla general, cuántos más actores participen de un frente, más difícil es hallar denominadores comunes.
Historicemos. El FPV está integrado, grosso modo, por los siguientes actores:
trabajadores, jubilados, CGT, CTA, Industriales, PJ-gobernadores, PJ-Intendentes, intelectuales, clase media, clases bajas, movimientos sociales, juventud militante, radicales K, Nuevo encuentro y progresistas.
Es cierto que todos los que componen el frente son “kirchneristas”, sin embargo cada cual mantiene una mayor o menor fidelidad dependiendo de cuanto perciban que su interés particular se expresa en el programa general del frente. Por ejemplo, simplificando mucho, es probable que los trabajadores y jubilados mantengan una alta fidelidad para con el frente nacional y popular porque sus intereses y expectativas están atados a la suerte del proyecto. Por el contrario, el PJ se mantendrá dentro del frente siempre y cuando éste le garantice una serie de prestaciones (cargos, fondos, gobernaciones, intendencias, etc.) y no haya otro frente que les garantice más. Lo vimos en la crisis por la 125 cuando, creyendo que el proceso kirchnerista se iba a pique, muchos saltaron a los botes. Por supuesto que cada actor puja porque el frente asuma como propias la mayor cantidad de sus demandas. Sin embargo, situaciones límites como la del conflicto por la 125, permiten identificar qué actores ponderan, en última instancia, sus intereses particulares /corporativos frente al proyecto común. En ese sentido, podríamos denominar corporaciones a todos aquellos actores que privilegian sus intereses sectoriales frente al proyecto general del frente nacional y popular. Es cierto que buena parte de las corporaciones están fuera del frente. Pero, potencialmente, cualquier actor comapñero puede convertirse en una corporación si en determinado momento arriesga la unidad del frente al tensar en exceso las contradicciones internas en el afán de imponer su interés particular. Quizás hoy sea la CGT quién se acerque peligrosamente a esta caracterización. Aunque también los empresarios aliados. Ambos pretenden que el proyecto nacional asuma como generales sus intereses particulares (eso es la lucha por la conducción). Si llevan al extremo sus respectivas posiciones pondrán en riesgo la unidad. Conviene aclarar que la actual coyuntura impone la distinción entre movimiento obrero y CGT. Sobre todo en este último tiempo, la CGT parece reducir su representatividad a una fina fracción del movimiento obrero, los más beneficiados por el actual modelo de desarrollo. Por eso ante la gran cuestión en torno a si el movimiento obrero organizado puede comportarse corporativamente, hay que contestar que si sus principales reclamos (y acciones políticas) se concentran en una fracción del movimiento y no en el conjunto de los trabajadores, entonces, sí, cabe el epíteto de acción corporativa. Este será el tema del próximo post.
En definitiva, son tres los motivos por los que puede quebrarse un frente político: A) un exceso de particularismo de los grupos internos (corporativismo); B) la lucha por la conducción del frente; C) la cooptación de un grupo por parte de otro frente.
A) movimientos sociales, PJ intendentes, intelectuales
B) PJ gobernadores, empresarios, CGT
C) radicales K, PJ intendentes, PJ gobernadores, clases medias
Por supuesto, cada grupo sufre en su interior la contradicción propia de todo frente: ¿lo particular o lo general? No le será tan fácil a la CGT movilizar a sus delegados y afiliados si se enfrenta a Cristina y arriesga, por tanto, la unidad del frente nacional. Probablemente el Pj-gobernadores no sufra esa tensión interna y los empresarios la sientan a medias porque, a decir verdad, tienen dos mitades: el capital concentrado vinculado a las exportaciones y a la agroindustria y, por otro, las pymes, cuyo interés -la rentabilidad- está demasiado anclado al porvenir de éste modelo económico.
Hay una cuarta categoría que son los grupos particulares que expresan, en su particularidad, la unidad del frente y que, por tanto, son los más cercanos a quién conduce, articula y lidera el frente, Cristina:
D) trabajadores, jubilados, juventud militante, clases bajas
En conclusión, si el principal desafío del FPV es conservar la unidad para disponer de mayor fortaleza para profundizar y, por lo tanto, el riego más urgente hoy es la deserción de algunos grupos que integran el frente, la explosión de las contradicciones internas y -por ahora en menor medida- la cooptación de algún aliado por parte del frente opositor, entonces, cabe a la juventud, el actor organizado más comprometido con esa imperiosa necesidad de unidad, es decir, el grupo particular que menos intereses particulares tiene y mayor fidelidad con los intereses generales del frente declama, le cabe, decía, el rol de mantener la unidad defendiendo el liderazgo de Cristina. La mal llamada “guardia pretoriana” de Cristina no es más que la materialización, en un grupo particular, del interés general de conservar la unidad y el programa político del frente nacional y popular. Precisamente porque la juventud no está inmediatamente identificada con un interés específico es que encarna mejor que ningún otro grupo organizado esa perentoria necesidad de preservar la unidad.